El eterno desafío de tu mirada escrutadora. Observando, diseccionando, escudriñando hasta la más mínima forma, hasta la mínima palabra. Cuestionando, debatiendo y a la vez construyendo.

Esa mirada inquisitiva que siempre conservó su nobleza, fue y será la plataforma de lanzamiento que me impulse siempre a ir por más.

ARDF, el de la mirada perdida, el que se entiende con las aves, el que platica con el fuego, el que brinca en las montañas, el que sabe ver pa adentro, el que amarra los nudos, el que te sacude cuando tienes miedo, el que chifla más duro, el que espera, el aprendió a amar, el que un día se fumó una nube, el soñador sagrado, el que acomoda las piedras en el desierto, el que le rasca al origen del sentimiento, con el que pierdes razón de tiempo y espacio, el que siempre quieres tener al lado, el que carga el cuchillo, el que guarda silencio, el que llega con la lluvia, el que se ríe cuando le grita a la luna, el que siempre es.

explorando, resistiendo, engrandeciendo mi centro y al resto amacizando, construyendo demoliendo, en el descanso caldeando, auscultando, leyendo, protegiendo y cuestionando, cazando historias como la mía y ronroneando en mi guarida, percutando y fusilando, no corriendo, nunca frenando, disfrutando aún neceando, sentenciando y cabuleando, apuntalando, soñando, a escondidas cantando, revelando efectivamente, rebelando indiscutiblemente, enardeciendo sólo siendo y desde siempre eternizando. Mistiqueando ando. Mistiqueando voy.

[33 VERBOS]

Al leer esas historias de ficción que alguna vez llegamos a compartir, me dio por reflejar a los seres y personajes fantásticos en la ilusión que es esta realidad en la que coincidimos. Tú eras el místico, aquel al que siempre había que escuchar con atención. Tu paradoja existencial, la cualidad innata de la inmortalidad, hoy encarnada en el impulso de vida y fuerza que nos mueve a todos y cada uno de los que tuvimos la oportunidad de cruzarnos en el camino de Andrés Rozada. Que tu paso en esta dimensión nos impulse a todos a dar los siguientes con la misma convicción y pasión de tus palabras y tu mirada.

Con M de Mistic
México se escribe con M. Como Mistic.
No recuerdo la primera vez que nos vimos,
sí cuando lo conocí.
Traía su chamarra verde, su palabra quirúrgica, su cerveza en la mano.
Me habló de grandes gestas.
Truncas y no tanto.
Me enseñó a abrazar colores familiares pero nuevos.
A administrar mis glóbulos rojos en el verde césped.
A desenmascarar los fantasmas.
La salsa correcta. El grito preciso. A llorar borracho.
Me habló de anillos, de amor, de tener un lugar en el mundo.
De lo simple. De compartir. De la amistad.
Me mostró la luz en la noche de la fatalidad.
Me mostró la estrella en el amanecer de un país.
Su país. Nuestro país.
México. Para siempre, con M de Mistic