Memoria Militia por Sofia Arredondo
Sofia Arredondo

CAPÍTULO 0.

En esta vida suceden cosas bien extrañas. Por ejemplo encontrarse a medio bosque con un libreto mal impreso que contiene un cuento de un autor –o autora, qué sé yo– de nombre:

Ceci José María, Desi Eliz Ana Guada, Jeanpa Pai Pau, Javi GermánToy BenJiman, Rafael Alex, NetoNachoIgnacio RenManolo Prisca Gabriela, Guillermo Romina Anita SofiAaron, Brieuc Branko Steph Ro SebaVal-Ana; apodado según quien firma como “AfroChinoSaltaman TitoTronchaChai TrapoChombo” del clan Kuchifinsky Mirga Beckmann FaHagerman MazaGarro Vera.

Cosa rara en efecto. Y es de lectores ilusos pensar que alguien con ese nombre no escribe con un estilo barroco, cacofónico, algo absurdo algo audaz pero invariablemente rocambolesco. Además, esto tiene algo de sentido. Soy un imán de las pinceladas más excéntricas dentro de lo mundano y la neta me sentía muy ducho siendo así: leo libros de plomeros y por igual acudo a poetas a que destapen mi fregadero.

Pero últimamente la balanza cósmica se ha volteado: lo raro es lo normal y la normalidad de hace unos meses resulta más estrafalaria que una de esos aves de dos picos de las Galápagos, tan insólitas que ahora dudo si en verdad existieron alguna vez. Así que habiendo perdido mi rasgo definitorio de ser un explorador de lo inusual, me he alejado de las ciudades confinadas para pasar los días en el bosque.

Y sin embargo el misterio, esta cualidad mística que la vida conlleva y que a cada respuesta le encasqueta otras cien preguntas, me ha seguido hasta el valle de los conejos. Este texto que les comparto posible audiencia, resume el pasado y el futuro de una pandemia que apenas lleva unos meses de ser. ¿Es acaso una profecía este impreso? O si no, ¿en qué pinche imprenta clandestina se realizó el tiraje de este cuento tan revelador como irracional?

Al pasar cada hoja cae tierra.

No, este libreto llevaba meses, tal vez años esperándome. Esperándonos. Pareciera que por poco y pudo caer en las manos de Bolaño cuando estuvo por nuestros rumbos. Ahora que lo he rescatado y se los reciclo, tienen que considerar que aunque vengan futuras pandemias, aunque se acabe esta nueva anómala normalidad y vengan nuevas inverosímiles cotidianeidades, este texto tiene mucho de especial porque llegó antes. Llegó desde una escritora, -o escritor o escritore, qué se yo- que, iluminade por los textos que le antecedieron, elucidó este momento como ninguna otra pluma y lo hizo sin buscar la razón, aunque el mundo se la diera eventualmente, al menos por un rato. Con ustedes,

EL ORIGEN Y LA CURA

CAPÍTULO 1.

Esta pandemia es la primera acción coordinada de un movimiento mundial liderado por algunas especies animales para liberar al planeta del humano. Desconocemos la totalidad de las especies involucradas en gestar enfermedades virales pero el consenso general es que los cerdos la lideran y los murciélagos, con su chillido en alto tono imposible de escuchar para los humanos pero imposible de ignorar para la mayoría de los animales, son los voceros que le dieron fuerza al movimiento.

En el organigrama animal, se le dio a la cucaracha el rol de embajadora de la pandemia. Después de un par de sesiones teóricas, se decidió que la teología hindú bajo el canon de la diosa Kali sería el dogma de esta etapa. La función de Kali en el reino material es destruir la divinidad, pero también a los demonios. Podría decirse que su función es y ha sido siempre transformar la realidad. El objetivo directo fue desde un inicio la destrucción de uno de los dioses más peligrosos y desatados de las últimas décadas, el dios de la verdad.

Las cucarachas, al igual que Kali, tienen 6 extremidades y, aunque indeseables a primera vista, realizan actos de transformación y destrucción. Sólo el 1% de las especies de cucarachas representan en realidad una plaga alrededor del mundo. La pandemia parecer ser también una campaña de marketing entomológico. Las plagas no son quien se cree, se propuso como un primer slogan para redes sociales. Por su lado, las palomas se organizaron a través de clave morse; en lo que el humano llama ingenuamente, su gorjeo. Pioneras en minar la capacidad pulmonar del hombre, lo aprendido en Nueva York, se perfeccionó en Venecia y se exportó al mundo. La fusión de su mierda y el concreto, inhalada disimulada y constantemente, acabó por dejar la mesa puesta para que un virus mediocre destrozara gargantas. Dichosas, ahora aguardan su turno para dominar el mundo.

Días después del brote inicial, un software capaz de lectura de labios liberó un plug-in para cerdos, el pig-lip Reading. De ahí que se pudiera extraer este intercambio en la granja cuartel en China continental.

-Se lo juro, capitán. Se los están comiendo.
-Me lo temía. ¡Malditos!
-Los humanos nos engordan y matan devorarnos. Los sádicos nos llaman “carnitas”.
-Qué crueldad. Tenemos que pasar al plan de emergencia.
-¡No capitán! Es muy extremo. Los humanos no van a resistir.
-No me importa. No tolero un día más de este asqueroso planeta en que nosotros somos su comida.

El cerdo rompe con su pezuña una probeta y suelta un guarrido como de risa malévola.
-Y mientras ellos se encierran, rescataremos hasta al último de nuestros hermanos cerdos.

Otro batallón clave desde el inicio fueron los felis silvestris catus. Y es que en el futuro los gatos – estos alienígenas que siempre han vivido entre nosotras y que tomamos como animales de compañía aunque en realidad están aquí para observarnos y juzgarnos- dominan la tierra. El COVID-19 no es más que una manifestación de ese futuro que vino a enseñarnos un par de lecciones felinas esenciales:
– Nada bueno puede salir de un vegetariano y en el futuro faltará agua, así que estos tiempos son para aprender a auto-lavarse (¡lámete!) y empezar a hacerse a la idea que no puede ser tan malo ir al baño en una caja de arena.

Pero los animales cuentan con aliados tan sabios como ellos mismos y tan idiotas como sólo ciertos humanos pueden serlo.

Fue en un mercado chino donde en lo que claramente es parte del ataque coordinado aparece un señor, chaparro, panzón y de ojo rasgado. En este callejón, el vapor no salía de las coladeras, sino más bien emanaba de las ollas de todo el hervidero de los múltiples puestos amontonados. Este hombre murciélago, glotón y garnachero, con su sofisticado equipo de ollas, utensilios de cocina y su nuevo celular Ay Güey tiene un apetito fiero y una flora estomacal más feroz que la de cualquier cucaracha. Su debilidad más grande son las exquisiteces exóticas como el dumpling relleno de ala de murciélago acompañado del no tan jugoso caldo que se hacía con el resto del cuerpo del murciélago.

Al disfrutar esa delicatessen, el señor murciélago se re-ajusta el cinturón y escupe a un lado, seguido del eructo más temible que la ciudad jamás vio. El daño quedó hecho, con su calculado eructo el señor murciélago lanzó, en pacto con la fauna mundial, su castigo a la sociedad viciosa y detestable que lo rodea. El gran señor murciélago, Lord Rhinolophus Ferrumequinum se limpia la baba con el antebrazo y alza el puño clamando justicia.

Esa misma noche en el laboratorio de infectología de Wuhan, su compadre, un químico chino bolacho, se hace el confundido y mezcla la probeta del pangolín con la del murciélago y le mete doble dosis de RNA polimerasa. Todo con el fin de ganarle una apuesta a estudiantes de medicina que jugaban bio-ruleta rusa con shots de placebos mezclados con uno con virus. No obstante, temeroso del cóctel que recién creó, toma su anforita de baijiu y cierra el laboratorio con candado.

Sin embargo no contaba con que el director Woo por fin se había decidido a iniciar los trabajos de remodelación e iniciarían con la nueva red de Protección Contra Incendio. Mientras un equipo iniciaba con las preparaciones de la tubería afuera del edificio, la cuadrilla de Ming y su ayudante Qiang entraban al laboratorio para comenzar con los trabajos. Como buenos albañiles que eran, no tardaron ni 15 minutos en montar la sacacorazones para comenzar a perforar las trabes por donde pasaría la tubería nueva. Qiang le preguntó a Ming si podría llevarse algunos corazones para su casa para usarlos como adornos, pues esos corazones eran de los buenos, de 12” de diámetro. Media hora más tarde, habían terminado con la primer trabe, quedaban 19 más. Cuando estaban perforando la doceava trabe, escucharon un ruido que les heló la sangre. Ming volteó a ver a Qiang, quien tenía el rostro desencajado de terror y le pregunta: – “Qiang, en que pasillo estamos?” a lo que contestó el aterrorizado ayudante: – “En el pasillo #6 jefe…” No había terminado la frase cuando el laboratorio comenzó a colapsar. El área de mayor riesgo de todo el laboratorio, donde almacenaban las cepas de virus más peligrosas, se les venía encima. Qiang, inexperto, había interpretado mal el plano, tenían que trabajar en el pasillo #9.

A miles de kilómetros, en las faldas del Gangkhar Puensum, situada en el reino de Bután y nunca conquistada por los seres humanos, se descubrió un laboratorio de biotecnología que preserva a más de 1,500 variedades de virus en el que cientos de tibetanos han estado trabajando por 19 años, con el fin de lograr asesinar al presidente Xi Jinping. El virus COVID-19 buscaba llegar a la casa del presidente en Taipéi a través de una caja llena de suculento Nian Gao, pero el mensajero, Zhao, sucumbió a la tentación y se los comió. La gula de Zhao esparció el COVID-19 por rutas que la revolución animal jamás contempló.

Y porque la fortuna sonríe a los dichosos, es que las coincidencias existen. Muchas de las cuales arrancan su trayectoria mucho antes de que estalle la magia. El 17 de julio de 2019 el Oficial de Segunda Lee To Ming fue asignado al buque tanque Ku Yu Cheung, encargado de abastecer de combustible a los navíos del Pacífico occidental. Este tipo de buques cumplen una misión secreta, por lo que deben surcar las aguas sin la ayuda de instrumentos de navegación que puedan delatar su posición.
El buque tanque Ku Yu Cheung y sus 17 millones de litros de gasolina navegaban a ciegas por el Pacífico oriental. Tomaban Micronesia como referencia, buscando ubicarse en base a sus islas sin invadir sus aguas, una tarea harto difícil sin georreferencia satelital. Tal condición llevó a la embarcación a pasar, sin percibirlo, por el Atolón de Enewetak y la fatídica isla de Runit.
La isla de Runit alberga “La Tumba”, un ataúd de desechos radiactivos fruto de las pruebas nucleares llevadas adelante por Estados Unidos en Enewetak entre 1946 y 1958, y particularmente del ensayo conocido como “Cactus” del 6 de mayo de 1958. Con una profundidad de más de 9 metros, una capa de cemento Portland de más de 50 cms de grosor y aproximadamente 73.000
metros cúbicos de desechos radiactivos, incluido plutonio-239, más que una tumba estamos hablando de una bomba de tiempo, del yugo espectral de una guerra descongelada, del residuo de un milenio megalómano que derrama en el presente. Los manjares consumidos en el Ku Yu Cheung no eran el fruto de una caricia divina, sino más bien de la sutil pero implacable
radioactividad de las aguas Enewatekas.
Cumplidos sus 3 meses de servicio el Oficial Ming regresó a su amada Wuhan, al abrazo de su familia, a sus hábitos y costumbres. La satisfacción del deber cumplido sirvió de excusa para que Lee To Ming se permita un caricia gastronómica, por lo que se dirigió al mercado Huanan en busca de su manjar preferido, una torta de ingle de res y rábano en vinagre. La disfrutó como nunca, para Ming no hay delicia que le llegue a los talones a esa orgía de suavidad y crocancia. Lo que no supo reconocer debido a sus 3 meses en altamar, es que no era res sino Pangolin.

Dicen que cuando la mesera Li Xiu Ying tomó el pedido de Lee to Ming se equivocó y al registrarlo debido a la mala señal celular (una pobre red 4G –como las de antes-) mezclada con el ruido del mercado. En lugar de escribir ⽜⾁腹股溝 (ingle de res) escribió 蝙蝠腹股溝 (ingle de pangolín). En sabor y crocancia la variación es mínima, pero no en las bacterias que habitan en estos retazos de proteína que las moscas chinas degustan a sus anchas en cualquier mercado. 

La caminata de vuelta fue particularmente placentera, la brisa fresca del invierno empezaba a asomar, pero qué mejor para Lee to Ming que esos días de sol con frío para ir con sus amigos a brindar por el reencuentro. El 27 de octubre comenzaron los primeros síntomas. Los pangolines, seres astutos, informados por una tropa de carpas koi que surcan las aguas dulces y saladas de la región, optaron por no aclarar la confusión y dejaron que se esparciera el rumor sobre la teoría del Pangolín. Siendo el animal más traficado del mundo, el miedo irracional humano a contagiarse por comerlos, finalmente pondría fin a su condena. 

Semanas después salió un reportaje sobre el “Grupo de Científicas Feministas Radicales Libres de Wuhan” encabezado por la “mesera” Li Xiu Ying que, en alianza con los pangolines habían diseñado el virus inicialmente para contagiar fatalmente solo a hombres (principales devoradores de pangolines), pero un error fatal en la secuencia había cambiado el virus causando que los planes salieran ligeramente diferentes.

Pero aún aventajados con estos fortuitos avances, por supuesto que los cerdos y pangolines negociaron con Vladimir Putin para poner en el ring a China vs Estados Unidos. Aunque quizás no contaban con el espíritu de diablo del líder ruso que aprovechó para también destruir el precio del petróleo.

Sentencia Vladimir para Moskovskaya TV: “Se ha reunido la junta extraordinaria. No les hace gracia el cambio -imperceptible para el ojo no entrenado- que hemos tomado de pasarnos de listos a pasarnos de pendejos (cuestión de matemáticas exponenciales más que otra cosa). En cualquier caso, es necesario cargar la balanza una vez más. No hay mundo que alcance para tanto cagadero y si en algo hay consenso en la junta es que a nadie le gusta en realidad comer carne hecha de plantas. Además, el cohete del científico gordito no ha acabado por despegar, seguimos con todos los huevos puestos en la misma canasta. Necesitamos un plan C.”

Los discursos de Vladimir, Jinping y el siempre cotorro Kim Jong-Un dieron pie a las teorías redditeanas de que el génesis de la Pandemia es un acto de guerra man-made. La definieron como una jugada de ajedrez en la cuál se sacrifican algunos peones para desestabilizar a Estados Unidos, desestabilizar a Nueva York y terminar con la hegemonía de la OPEP.
Y esto se alinea perfecto con threads del dark-deep-web de Reddit en el que increíbles fans de Star Trek señalan similitudes hyper precisas entre los acontecimientos mundiales incluyendo la explosión de Krakatoa y la Pandemia y declaran que ya es seguro que va a haber una guerra Mundial en el 2037 ya que todo ha sido casi exactamente igual a la trama de la saga. El Covid sólo fue el equivalente a Franz Ferdinand.

Lo que resulta innegable es que hubo advertencias; quien sabe si de origen humano o porcino. Y más grave aún, estuvieron siempre a nuestro alcance en innumerables espacios editoriales: Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. En un reacomodo, se lee en un latín pulcro una advertencia sobre la catástrofe que un microorganismo familiar del tardígrado traería a la raza humana.

Y ese es sólo uno de tantos textos premonitorios. “Vivimos en Persépolis. Poblándola a la expectativa de un desastre que ya ha llegado….”, o … “Todos deseamos ser alguien, sin saber que el solo hecho de ser es maravilloso…” en estos y otros pedazos creados por la misma pluma chilanga es que se vuelven patentes esas cosas que pasaban desapercibidas y no las apreciábamos en su justo valor.

En esas primeras semanas, varias plumas, aún arrinconadas llegaron a publicar cuando aún era legal. Tales son elegías como esta llamada ‘El Zape’, redactada para sublimar el dolor que se propagó en el planeta: Inusitado ardor en la parte trasera del cráneo. Brusca sacudida para alguien que solamente esta manteniendo su lugar en la fila, con la debida distancia dispuesta por las autoridades, del largo de un brazo. Incertidumbre, prioridades efímeras y una ansiedad latente mientras cierro los ojos por el golpe. Pienso en quien fue pero nadie sabe, nadie vio. Recobro el sentido, me paro firme para no caerme y lentamente abro los ojos. Doy un paso para romper la fila.

O este poema que salió publicado en el último tomo del libro vaquero: Destapé un Four Loko, me lo acerqué al oído y pude escuchar una generación en llanto por no poder pagar la renta. Destapé un Kosako, me lo tomé de un solo trago y pude ver una generación que se pinta y se arregla para quedarse sola en casa hablando por Zoom. Destapé una caguama y mis lágrimas rodaron sobre mi cubrebocas.

Pero el sentido común es un valor subjetivo, y así como los literatos afilaban la lengua, los programas deportivos se descarrilaron en teorías quiméricas de corrientes blaugranas. Dice el pelirrojo comentarista refiriéndose a la última final del Real Madrid: “¡Ahí empezó todo! Yo vi cómo durante el partido, los aficionados del Real Madrid se ponían coronas pensando que eran los reyes del mundo. Y luego, les cayó un rayo (así como cuando los power Rangers gritan “mórfosis” y se convierten en Power Rangers), y todos se empezaron a enfermar. Creo que fue como una venganza, no sé, es que no está padre eso de sentirse los reyes del mundo.”  ¿Tan lejos habría llegado la insurrección de las bestias como para aliarse con el clima y atacar quirúrgicamente a la odiosa afición merengue?

Con ese mismo rayo, del otro lado del planeta, a Don Ramón se le escapó un moco en la sopa justo cuando gritaba el gol de su amado Necaxa. Uno de esos descuidos que terminaron en la garganta de Sun Rei y evolucionó en éste bicho silencioso y letal que nos hizo revivir la importancia de cada uno de los puntos del manifiesto del unabomber. En un retwit Messi le daba peso a estas teorías, por amante de la naturaleza o por culéi ardilla, quien sabe.

Lo único que por ahora podemos descartar es que el gobierno de China es el creador del virus, soltándolo de forma controlada en su población, y luego dejando que se fuera al resto del mundo unos meses después; mientras todos están en cuarentena con sus economías colapsadas.

En cada lugar del mundo hubo aventuras que en otro contexto serían imposibles. Y México no es la excepción por supuesto. En la esquina de la Forestal con la México-Xochimilco, un ilustre setentón de nombre Don Félix hace una larga cola por unos tacos. Cada minuto que pasa su hambre consume más y más células grasas, que hacen espesa su sangre, hasta salivar un líquido que genera un hedor que con el tapabocas es insoportable.

En la tele, como en todo buen changarro: hay videos de gruperas o de hip hop chololteca. Un tipo de rastas y braquets, enfundado en la del León estampada con Ayipey, rapea a cámara.

Tipos pedos confinados se caen por el balcón
Delfines bioluminiscentes pasean por el malecón
Las fiestas cibernéticas forran a Zoom
Mientras los Jaguares pasean por Tulum
Monos, jabalies, águilas, de vario tipo y color
Salen a dominar ciudades y alrededor
Fenómenos virales y bacterianos por fin sacan el cobre
Revirtiendo el equilibrio mal instaurado por el hombre
Para poder regresar al orden del caos
Hay que cambiar ecuaciones que creamos
Aunque implique deshacerse de muchos
Esta corona no distingue entre majos y machos
Ojos vemos cubrebocas no sabemos
Vivimos lo más cercano que hemos tenido al apocalipsis
La falta de control genera crisis
Sin remedio ni vacuna nos re-entendemos.

Cualquier distracción se vale con tal de apendejar el hambre. Llega el momento y Don Félix pide 5 tacos surtiditos – la clásica más no por eso menos asquerosa orden de 5×45 siempre era una ruleta rusa. Mientras ve cómo se los preparan observa de frente al taquero, a su derecha ve a una doña que platica con su compañera de trabajo, y le comenta “imagínate manita, que le dijieron que lo iban a correr por que le dio la COVID-19, ya ni te puedes enfermar de estas chingaderas, por que además de que te puedes petatear, si la libras, te dan matarili en tu chamba, ya ni la joden”.

A sus pies, unos niños juegan con una tal Susana Distancia, pero él no cesa de ver el trompo bailar y lo único que piensa es: Qué coronavirus ni que nada, ¿por qué no puede haber una Taquería decente a unas cuadras a la redonda? Ya deja tú un Riberto o una versión gentrificadora de una franquicia del Venadito, pero algo que pudiera ostentar el título de *Taquería*. El hambre es canija, ni modo, tengo que chingarme estos tacos. Se los pasan y mientras mastica ruidosamente alza la mirada a la tele y lo siente de inmediato: un murciélago en el estómago. El rey de los murciélagos con su corona revoloteando en su interior. Un Batman chilango, cual payaso del Rodeo Santa Fe de Tlalnepantla montado sobre una cucaracha gigante. 

Una gota de sudor cae de su frente. Atrás suyo, Pedro y Pablo hermanos, amigos y taqueros de oficio, platican:

Y: Puta madre, me siento de la rechingada mano…
J: Deja de quejarte pinche joto y dale.
Y: Es que no te mames cabrón, con este ya van 14 en la semana. Ya estoy hasta la madre. La verdad es que ya no costea este pedo…
J: No digas mamadas. A ver, salte y quiero que te pongas a vender tacos… pedazo de pendejo. Orita no hay con qué cabrón. Al menos tenemos esto.
Y: Pues sí. Ni pedo, a chingarle. Nomás que si le voy a decir al patrón que me de chance. Me duele un perral la cabeza y ayer como que traía calentura.
J: Has de andar crudo, no te hagas pendejo…
Y: ¿Cuál puto crudo? si hace días que ni chance tenemos de echar la peda. Ya hasta dejé de cotorrear a la pinche Yessi y a su prima, porque estamos en esta madre todo el día. Ojalá que baje poquito la chamba, porque se me antoja de a madres una cervecita…
J: ¿Pos no que te sientes bien mal cabrón?, pinche lengua.¡ Órale, a chingarle, traite el tambo!.
Y: Te toca llenarlo a tí, no mames… cala de la chingada esa madre. Toda la semana pasada me tocó a mí. Ya habíamos quedado que una semana y una semana nos íbamos a rolar. La tasajeada me toca a mí esta semana, te toca a tí echarle al químico.
J: Hijo de la verga, pinche chillón. Te cala el ácido por lo pinche narizón que estás. Voy a empezarme a pedorrear para que te cargue la riata jajajajajaja.
Y: Chinga tu madre culero. Oye, por cierto, hablando de pinches jediondos… ¿te acuerdas la semana pasada?.
J: ¿Qué?
Y: Si wey, el pinche chino que levantamos la semana pasada, ¿no te acuerdas?
J: Ahijodesuputamadre sí, pinche vato marrano, olía de la chingada el culero. Olía como a meados de rata el cabrón. Perro ascazo cuando lo traíamos en la troca. Aparte ¿cómo que traía algo no?.
Y: Pos claro wey, venía zurrado de miedo, ya sabía que se lo iba a cargar la verga.
J: Aparte wey… digo que traía algo, porque cuando se estaba deshaciendo olía como bien raro, más culero que de costumbre…
Y: Sicierto. Si olía más ojete. Creo que desde ese día me quedó el pinche malestar. Puto chino.
Quién sabe qué chingaos traía encima ese pendejo… ya ves cómo son esos cabrones.
J: Dicen que les encanta comer perro.
Y: Y a tí te encanta comer pito!

Hubo taqueros mártires y taqueros heroicos. El taquero Tomás, famoso por los tacos de carnitas “El Venadito”, descubrió que la mezcla exacta de 5 gotas de limón y una cucharada de salsa de cacahuate (especialidad de la casa, sólo servida en domingo prepandemia) mata por completo al COVID-19. Y si dicha dosis se acompaña de un taco de chiquita se fortalece el sistema inmunológico a niveles wim wofianos.

Pero después del furor de Tomás, que es tan amado como impopular por los fieles del Venadito, se descubrió que la respuesta era aún más simple y vivió siempre arraigada en la costumbre mexicana de echarle limón a platillos y bebidas. La alta concentración de vitamina C actúa como catalizador en las defensas del cuerpo. Fue así que los extranjeros que criticaban la adicción mexicana a las micheladas se convirtieron en ciudadanos de segundo grado.
Aprovechando que se alcanzó a limonazos un 100% de inmunidad, el gobierno de la CDMX decide que para evitar que ingresen contagiados, se debe re-inundar el Valle de México cerrando así accesos y volviendo al uso de las chinampas como sistema económico. Fue el primer paso para el resurgimiento de la Gran Tenochtitlan en pleno Siglo XXI que escoge darle la espalda a la globalización, misma que generó el problema en un principio.

En el desierto entre Zacatecas y San Luis, a kilómetros de la capital y en temporada de mandarinas optaron por otro método: un viaje de peyote colectivo, cerdos, gatos y chivos incluidos, para que por pinche buena vez se entendiera la interconectividad del mundo natural. En las ciudades, los pajaritos tomaron el control, “nunca nadie pensó que esos seres diminutos fueran capaces de organizar una revolución a nivel mundial. Cuando se les presentó la oportunidad de reconquistar árboles y edificios semi-abandonados, no lo pensaron dos veces.”

En Veracruz las autoridades cuando se dieron cuenta de la magnitud del problema se fueron inmediatamente a hablar con el concilio de místicos de Catemaco. Ahí todavía tenían memoria histórica de cómo se habían tenido que pelear las batallas en previos Apocalipsis. Como cuando se aprendieron a ponerle el moho verde del queso a las heridas infectadas. Muchas veces hay soluciones a problemas que están tan a la vista que es difícil verlas; como que fumar y cáncer de pulmón van relacionados, o que hay muy buenos actores gordos, pero casi ningún actor viejo y gordo.
En este caso la solución llegó vía uno de los místicos de Catemaco que le gustaba la estadística. Desde épocas inmemoriales había habido un equilibrio en el universo manifestado en las luchas de máscara contra cabellera, pero en las últimas semanas la cantidad de cabelleras rapadas había superado significativamente al número de enmascarados derrotados. Se habló con la verdadera autoridad, la mamá del Chapo. Ella gestionó al gremio de fayukeros y rápidamente todos los niños de primaria y secundaria empezaron a ir a clases con máscaras de los superhéroes mexicanos. En varias secundarias y prepas aparecieron estudiantes muy fornidos con máscaras del Rayo de Jalisco, Dr. Wagner, Místico y otros; se cree que eran los originales que tal vez aprovecharon para darle una repasada a las materias que siempre les habían costado trabajo, o tal vez nomás fueron a madrearse unos bullys. Como sea, lograron controlar los contagios en su región.

Lo que sí es que la ausencia de luchadores en el resto del país y la cancelación de las luchas causó un gran desmadre. Las mascaras en el mercado de Tepito se vendían a precios disparados, pues miles se escondieron debajo de las mascaras para tomarse tragos junto con sus cuates no vistos desde hace meses. Pero lo realmente increíble fue que todos los asistentes al Vive Latino y a la Viga que llevaron sus máscaras no se contagiaron. A los pocos días publicaron un articulo revelando el misterio de dicha inmunidad. La proveniencia de las mascaras fue ligada a una pequeña casa de producción textil en el barrio Tepito. El taller llamado “Básicos” vivía en el pleno corazón del barrio mercantil, con el almacén pegadito a la capilla de San la Muerte. En los días previos a la celebración todos los talleres permanecieron cerrados, este fue el único que a pesar de la cuarentena se puso a producir las mascaras en los días de mayor demanda. La producción extendida a 24horas generó tantas mascaras que el almacén no aguantó y la propietaria decidió tumbar la pared y conectar la capilla de San la Muerte con su casa de producción escondiendo el producto muy cerca a la figura del Santo. Este hecho, junto con los rezos de los sastres creó las propiedades únicas del producto tepiteño. ¡Las mascaras fueron bendecidas por el mismísimo Santo! Esta leyenda contada por el taquero Díaz al diario AS fue confirmada por los científicos afincados en los laboratorios de UNAM.
Eventualmente, se decidió que los luchadores serían los nuevos líderes sociales. Se instituyó a Blue Demon como jefe de propietarios de las misceláneas, que dejó a la venta sin margen de ganancia los productos de primera necesidad, especialmente el papel higiénico. El Súper Muñeco, el portavoz de los agricultores aseguró las tortillas hechas a mano a todos los involucrados en el rescate. Y al empezar cada mañanera, el Mil Mascaras de los mezcaleros regalaba los tragos que servía su hijo Kemonito, el niño patrullero de la ciudad.

En el sur fue otra historia. Olvidado como siempre por el gobierno centralista, ahí el héroe fue Tonathiu Popoca viejo epidemiólogo retirado, descendiente directo del emperador Moctezuma y de la última verdadera familia real azteca.
Fue conducido al sótano del palacio en Tapachula, en lo que históricamente habían sido cuartos de interrogatorio de la vieja policía política. Sentados alrededor de la mesa había otro doctor o al menos eso parecía por la bata que portaba, una señora mayor que por su vestimenta pensó debía ser Mixteca y más allá, en medio de dos hombres comunes había otro hombre con un gran sombrero que reconoció Huichol. Fue informado el Doctor Popoca sobre el coronavirus “chino” del que sabía poco pero se sabía que era de origen animal. Al instante, el doctor lo entendió todo, lo que siempre había defendido era la razón por la que estaba allí, era su teoría de vida que nunca pudo desarrollar por miedo y porque había piezas que no encajaban hasta hoy. El doctor siempre había defendido la teoría sobre el efecto que habría tenido la medicina tradicional y como habría podido detener a la “cocoliztli” en el siglo XVI y como aquella pandemia arrasó con el pueblo del doctor.
La fiebre paratifoidea y la salmonella entérica habían acabado con sus súbditos, recordó las palabras del villano Juan de Torquemada- Desde en la mañana hasta el atardecer, los sacerdotes no hicieron otra cosa que cargar los cadáveres y arrojarlos a las fosas–. El doctor conocía la cura. La había recibido en un viaje de ayahuasca en los años sesentas cuando se dedicó a experimentar con alucinógenos y su relación con la salud física y mental. En su viaje un monje se acercaba a él y le susurraba al oído –La respuesta la tiene tata Cachora–.
Tata Cachora era un viejo militar que ya retirado se había convertido en chaman, el niño Popoca lo conoció cuando este cuidaba la puerta del Revolución en San Cristóbal. Tata le mostró como hacer un brebaje místico a base de Gordolobo, extracto de bergamota y un toque de chiltepín… “esto cura la pandemia hijo, el antídoto está en el veneno” solía repetir varias veces ebrio hasta perder el conocimiento. Fue así que las avenidas en todo el sureste se rebautizaron con “Doctor Popoca”.

Y no sólo se fue víctima del virus sino se uso con fines justicieros. Para Gilberto, pasante de ecología provinciano, el coronavirus era la tierra manteniéndose en equilibrio, y por lo tanto, no había por qué luchar contra él, sino todo lo contrario, la humanidad tenía el deber ético de ayudarlo para que cumpliera con su misión.
Gilberto buscaba cualquier oportunidad para contagiarse del famoso virus, cuando una mañana pasó frente a la exclusiva Panadería Francesa. Frente a la tienda había una Suburban con vidrios polarizados y dos guaruras observaban atentamente la calle. De pronto se abrió la puerta del local, y vio salir al panzón de Aparicio Cárdenas, el presidente municipal, con su pantaloncito blanco entallado y una playera de cuello sport verde pistache, cargando una bolsa de pan. A Gilberto le ardió el estómago, odiaba al corrupto político.
Cuando se dirigía de vuelta a la deportiva, Gilberto compró una botella de Tonayan y al despertar, se sentía como si lo hubiera atropellado un camión. Era de las peores resacas que recordaba y eso que no había tomado tanto, quizá la edad le empezaba a afectar. Al atardecer la jaqueca abrió paso a la fiebre y a intermitentes ataques de tos seca. Ya eran cerca de las 10:00 pm cuando entendió, al fin se sumaba a las filas de los infectados por la pandemia, y con algo de miedo se acomodó en su colchón dispuesto a esperar el veredicto de la naturaleza quien decidiría si era apto para sobrevivir.
Empapado en sudor, cerca de las 4:00am logró conciliar un sueño estable en el cual se le vino la gran idea: el gordo Aparicio debería pasar por la misma prueba que él, debía infectarse con el virus y probar si su obesa humanidad merecía sobrevivir.
Gilberto se despertó, se puso de pie y camino con decisión hacía la Panadería Francesa. Tal como lo había pensado, la suburban llegó puntual a las 8:30am. El cerdito no podía quedarse sin su dosis matutina de azúcar.
El suceso llenó de emoción a Gilberto, quien se acomodó el cubrebocas. Para pasar desapercibido se apresuró a tomar una charola. De pronto un ruido violento hizo saltar a Gilberto, una enorme rama se había desprendido de un árbol frente al local y había caído sobre uno de los coches estacionados. Todos miraban hacia el exterior del local y el gordo Aparicio había dejado desatendida su charola sobre el mostrador. ¡Era su oportunidad! Gilberto, dejo su charola, escupió sobre su mano y sin pensarlo la sacudió sobre el pan de su víctima.
Dos días después del incidente Gilberto se había recuperado casi por completo. Fue así como se enteró que, a la siguiente mañana, el gordo Aparicio daría un mensaje en vivo a la ciudad sobre algunos cambios en las medidas a adoptar durante la cuarentena.

En el minuto 20, el gordo de plano se quedó callado, su mirada buscaba detrás de cámaras pidiendo ayuda, y de pronto dio un repentino salto, como si se quisiera parar de su silla, mientras se oía el inconfundible sonido de una flatulencia. Durante algunos segundos, el gordo se quedó congelado a medio camino entre sentarse y pararse. Tenía los ojos bien abiertos en una expresión de angustia, se veía pálido. En un impulso repentino se levantó de su silla y girando torpemente mostró ante la cámara una mancha café que oscurecía la parte de atrás de su pantalón. La transmisión se cortó en ese momento.

Esa noche, sentado en las gradas, Gilberto se tomaba una caguama, cuando don Juan se acercó hacia el con una enorme sonrisa. – ¿Viste que el marranito de Aparicio se cago en vivo y a todo color? – No manche don Juan, ¿cómo está eso? –. Respondió haciéndose el sorprendido. Ambos se partieron de la risa, después don Juan abrió su Facebook y le mostró un montón de memes y videos editados del suceso, más de 200,000 reproducciones. Gilberto no cabía de la felicidad, ambos continuaron buscando memes por horas mientras se carcajeaban a pierna suelta.

Sin embargo las soluciones a nivel local, así como la incontrolada confusión entre cuál es el limón y cuál la lima -jamás resuelta por la pinchi RAE-, dejaron infinidad de áreas vulnerables. Se hizo todo un mercado de herramientas loquísimas para salir a la calle sin tener que tocar nada. Y no sólo los diseñadores ayudaban, unos cuantos gobiernos y empresas de biotecnología lo sabían. Manipularon la información para hacer creer a la gente que la vacuna era lejana. Si tan sólo hubieran tenido la decencia de informar que otro método de cura a esta pandemia se encontraba en la sangre de Charlton Heston. Infames.

Más indignante aún resulta la confirmación de que la vacuna más efectiva para no enfermarse es tan digital como la red por la que se propagó el virus, la temida 5G. El gran dilema es que esta aplicación de celular, sólo funciona en Android. Y en ese sentido, el COVID al menos es una opción a echarse un volado con la muerte sin comprometer la dignidad.

Por ello, la mejor estrategia es apelar al perdón y misericordia del reino animal. Así que, es indispensable liberarlos y hacer todo lo que esté en nuestras manos para elevarles el estilo de vida hasta su completa satisfacción y así mantenerlo de ahora en adelante. Es pertinente no verlos directamente a lo ojos ni mostrarles los dientes, rogar por su perdón y esperar que nos se sumen al movimiento.

Cabe destacar que la creencia de que los autores intelectuales son delfines, pulpos, elefantes y/o otros animales que popularmente se consideran inteligentes no tiene fundamentos reales y propaga ideas que ponen en riesgo los esfuerzos de conciliación. Por otro lado, las características de contagio del virus sugieren que sus desarrolladores tuvieron acceso directo a información detallada sobre el comportamiento humano, probablemente proporcionada por las mascotas.

Así se ve en una docena de pantallas puestas en la entrada de un Elektra. Un señor se rasca el coco queriendo que sea mentira, pero él sabe que si sale en la tele es por algo. Un niño persigue un balón hasta estrellarse en los pies del sujeto. Le explica: “Y así fue como se enfermaron todos los que no se cuidaron. Y los adultos corrieron al súper, y se acabaron el papel de baño y las tortillinas Tía Rosa. Y nosotros dejamos de ir a la escuela y pudimos jugar todo el día y ver la tele más que nunca. Además, yo creo que Messi va a ayudar cuando todo esto se acabe. Ya sabes, va a jugar muchos partidos y todo el dinero que va a tener se lo va a dar a los doctores para que acaben con esto. ¡Ah, y Pablo Barrera! Ya sabes, el 8 de los Pumas. Es que el 8 es mi número favorito. Además, mi papá vive en la estrella 8. Es el número de la buena suerte.” El niño se marcha pateando el balón con destreza mientras que el hombre no sabe si guardar las manos en el pantalón o caminar con ellas de fuera, así como le hacía antes.


El Origen y la Cura
Con cariño y amor

Instrucción

El 6 de mayo del año pasado fue el nacimiento de Historias de un Plomero, la colección de diabluras literarias de Mistic. Y en lo que sólo los más miopes llamarían una coincidencia, menos de un año después, la Pandemia del COVID pareciera un cuento extraído de esa pluma filosa de nuestro fontanero-autor predilecto. Entonces, ¿por qué no ayudarle a Andrés a bajar al papel esta historia en la que estamos confinados? Nos gustaría invitarte a generar entre todos un cuento-regalo-sorpresa para Gini y Andrés.

Desde hoy y hasta el 4 de mayo podrán enviar a nuestro mail su participación, que consiste en:
I. Una teoría del origen del COVID à la Místico.
II. Una teoría de la solución a la pandemia, por supuesto, también à la Místico.

Es importante desprenderse de cualquier razón lógica y real para entrar en el mundo de lo fantasioso pero posible, ingredientes que siempre están presentes en esos místicos textos.

Por ejemplo:
Yo creo que el origen del virus es: que le faltó Siracha al murciélago ese que se comieron en China… o a mi se me hace que: todo esto es parte de la campaña electoral de Justin Trudeau para ser presidente de la galaxia.
O si quieren abordar las teorías de solución… En México no nos va a pegar tan recio porque la encima que emana del yakult con la gordita de chicharrón es la vacuna aún por descubrirse… o la cuarentena parece ser el ingrediente necesario para volver a fundar el imperio azteca 2.0 con Xoloescuincles inmunes como líderes políticos.

Seguro ustedes van a poder extraer aún mejores conclusiones o sospechas. Pueden ser muy elaboradas o tan cortas y absurdas como estas.
Nosotros nos encargaremos de hilar todas sus participaciones en este doblemente catártico relato que divierta y enorgullezca a Mistic y a Gini. Y para los que no sepan qué decir o cómo… les hace falta leer Historias de un Plomero así que basta de tenerlo de adorno y éntrenle a la cuentiza de Andrés.

Aquí el resultado:

Súper Sismo, San Temblor, Rey Temblor,
Gran Terremonstruo, Hacedor de grietas,
Gran Grietador, Terror de la Cuauhtémoc,
Indigestión terrestre, Estertor urbano.

Hace treinta años en el ochenta y cinco,
Desde Acapulco y hasta el distrito,
Sentimos tu furia ¡Oh Rey de los sismos!
Hoy por las calles de la ciudad,

Entre humos de escape y olor a garnacha,
Corre el rumor a voces calladas.
La ciencia y los astros por igual vaticinan,
De piedra y metal una gran tempestad,

Es tu regreso que ya se avecina.
Sismo Rey, Sismo Rey,
Bajen a las calles, suenen las alarmas,
Miren las agujas: ¡ocho-punto-seis!

Sismo Rey, Sismo Rey,
Ciudad ingobernable repleta de esperpentos,
Derrumba los que quieras, haz sentir tu ley.
Muchos defeños vivimos contentos,

En Juárez, Cuauhtémoc y zonas del centro,
Pero sabemos, lo sabemos.
Tiembla, tiembla Sismo Rey,

Se rumora tu regreso en la ciudad,
Tan temida y real es tu ley,
Como una antigua deidad.

Y retiembla en su centro la tierra,
¡Al sonoro rugir del temblor!

Ilustración
©
Iván Zaragoza

Himno a Sismo Rey
© Andrés Rozada

El 6 de mayo de 2019 se celebró la presentación del libro Historias de un Plomero por Andrés Rozada Diego Fernández.

Historias de un plomero es la primera impresión de dieciséis cuentos que exponen la idiosincrasia de la misma megalópolis en la que Andrés amaba vivir. El libro se escribió de 2010 a 2017 y se terminó de imprimir y encuadernar en abril de 2019 en los talleres de Winkilis.

Este libro expone cómo Andrés Rozada combina sus grandes pasiones: la ciencia ficción  y la arquitectura; con el fin de explorar un mundo imaginario dentro del contexto urbano mexicano. Memoria Militia es quizás su cuento más célebre: un relato epistolar en un futuro distópico no tan lejano en las entrañas de la Ciudad de México. Es un texto con todos los elementos para posicionarse entre los clásicos de la ciencia ficción de América Latina.

Primera edición, 2019

DE LOS TEXTOS

© Prólogo, Virginie Martin-Onraët

© El miniaturista, Operación Texcoco, Bajo la ciudad, Bajo el vitral, Olor a azabache, Viernes de quincena, Memoria militia, El Albondigón, La caz
del papel tapiz, El Cuarteto de Oro, Ataque canino, Palabras de tapioca, Una sola toma, Campeones del rechazo, Batalla de domingo, Lo suyo no eran los finales, Andrés Rozada Diego Fernández

DE LAS ILUSTRACIONES
© Iván Zaragoza

COORDINACIÓN Y EDICIÓN
Virginie Martin-Onraët

CORRECCIÓN DE ESTILO
Evelin Rodríguez Torres

DISEÑO Y FORMACIÓN
Priscila Vanneuville

Aquí presentamos la documentación del evento. Si quieren saber más sobre este libro, búsquelo en Goodreads.

Aquí un video de la lectura de cuentos en El Bucardón.

Agradecimientos

No existen palabras para agradecer a Prisca y a Tibu por el amor, tiempo y arte que le metieron a estas páginas logrando el libro más bonito del mundo. Aplaudo también a la familia, a lxs Martin-Onraët y a lxs Rozada Diego Fernández por su cariño y apoyo constante. Gracias a Maza por sus aportaciones y críticas exigentes, tajantes pero amorosas, a La Troncha por siempre estar, apoyar, opinar y crear en conjunto, a Fa por su ojo crítico y siempre atinado, a Brieuc por aportar todo su amor, su lectura y su peculiar conocimiento sobre Babilonia y Persépolis y, por último, a todo este universo de gente bella, lxs amigxs que se han vuelto familia, que siempre están.

Siempre supe que volvería a Cabo Pulmo. Lo supe desde antes de escuchar con certeza que no te volveríamos a ver.

Cabo Pulmo no me pareció tan obviamente bello aquella vez. Todo el paisaje traía un filtro de tristeza y desde ese día, siempre que pensaba en Cabo Pulmo, llegaban momentos tristes.

Cuando pensaba en el risco, recordaba situaciones tormentosas, cuando pensaba en el mar, me venían imágenes oscuras y cuando hablaban de Baja California, me sentía incómoda.

Decidí volver para tu cumpleaños #35 y sin mucho analizarlo compré unos boletos a San José y renté un carro en dirección a Cabo Pulmo. Septiembre es temporada baja, es tiempo de lluvia y cuando llueve la buceada es complicada. Por eso, muchos hoteles cierran, los locales se van de vacaciones pero lo que no sabe mucha gente que no va a Cabo Pulmo en temporada baja, es que el paisaje se vuelve verde y frondoso, que los suelos desérticos de la zona se cubren de musgo y las cactáseas que rodean la carretean se acompañan de una vegetación húmeda de tonos verdes fosforescentes.

No sabía bien qué buscada en este regreso. Mucha gente usa la palabra Paz pero nunca entendí bien qué quería decir eso. No hice muchos planes, me llevé lo que me quedaba de sus cenizas, tomé un avión con mi hermana, y llegamos a San José. Tuve miedo aterrizando y recordé la vez pasada, pero al bajarnos del avión y pisar tierra, supe que no sería tan difícil.

Fue en realidad muy natural todo. Se sentía bien estar ahí y te sentía cerca. Manejamos a Cabo Pulmo temprano en la mañana. El cielo estaba bellísimo y la conversación con mi hermana fue agradable.

Al llegar a nuestro hotel, reconocimos varios puntos y simplemente los observamos. Comimos algo en Los Caballeros y nos fuimos hacia la Playa Los Arbolitos.

No había un alma. Vi lugares que en el recuerdo me revolvían el estómago y los observé como simplemente lugares. El estar en Cabo Pulmo de nuevo me hacía verlo con otros ojos, quitando el filtro de tragedia.

Subimos el risco hacia el último punto en el que nadaste buscando pescaditos con tu máscara de snorkel. El mar estaba precioso y se veía delicioso.

Me metí, nadé, jugué un poco y lo disfruté muchísimo. Los tonos turquesas del mar no se sienten como los del Caribe. Es un mar con más personalidad y movimiento, pero es un mar tranquilo, y sí, es un mar que da paz. Cabo Pulmo es un lugar que emana Místic, que retumba tu persona y tu ser, es bellísimo pero intriga y creo que si un lugar podría tener tu nombre, sería ese. Repartí tus cenizas sonriendo, sentí que te liberaba hacia donde perteneces.

 

Siempre supe que volvería y ahora sé que seguiré visitando Cabo Pulmo. Pienso que es un lugar que a muchxs ayudaría a entender lo inentendible y a la vez lo inevitable de tu partida.

Cuando íbamos de regreso, vimos un águila en el camino. Estaba detenida atrás de un charco de agua. Estábamos en el coche y nos acercamos. Nos detuvimos y ella seguía en frente de nosotras. Pasaron un par de segundos y emprendió vuelvo hacia nosotras y luego pasó por la izquierda del coche. Hermosísima y mágica: una cara-cara. Estabas ahí.

Aquí el video.

 

Juntxs siempre.

Te amo.

— Por Virginie Martin-Onraët, 2018

The last question was asked for the first time, half in jest, on May 21, 2061, at a time when humanity first stepped into the light. The question came about as a result of a five dollar bet over highballs, and it happened this way:

Alexander Adell and Bertram Lupov were two of the faithful attendants of Multivac. As well as any human beings could, they knew what lay behind the cold, clicking, flashing face — miles and miles of face — of that giant computer. They had at least a vague notion of the general plan of relays and circuits that had long since grown past the point where any single human could possibly have a firm grasp of the whole.

Multivac was self-adjusting and self-correcting. It had to be, for nothing human could adjust and correct it quickly enough or even adequately enough — so Adell and Lupov attended the monstrous giant only lightly and superficially, yet as well as any men could. They fed it data, adjusted questions to its needs and translated the answers that were issued. Certainly they, and all others like them, were fully entitled to share In the glory that was Multivac’s.

For decades, Multivac had helped design the ships and plot the trajectories that enabled man to reach the Moon, Mars, and Venus, but past that, Earth’s poor resources could not support the ships. Too much energy was needed for the long trips. Earth exploited its coal and uranium with increasing efficiency, but there was only so much of both.

But slowly Multivac learned enough to answer deeper questions more fundamentally, and on May 14, 2061, what had been theory, became fact.

The energy of the sun was stored, converted, and utilized directly on a planet-wide scale. All Earth turned off its burning coal, its fissioning uranium, and flipped the switch that connected all of it to a small station, one mile in diameter, circling the Earth at half the distance of the Moon. All Earth ran by invisible beams of sunpower.

Seven days had not sufficed to dim the glory of it and Adell and Lupov finally managed to escape from the public function, and to meet in quiet where no one would think of looking for them, in the deserted underground chambers, where portions of the mighty buried body of Multivac showed. Unattended, idling, sorting data with contented lazy clickings, Multivac, too, had earned its vacation and the boys appreciated that. They had no intention, originally, of disturbing it.

They had brought a bottle with them, and their only concern at the moment was to relax in the company of each other and the bottle.

“It’s amazing when you think of it,” said Adell. His broad face had lines of weariness in it, and he stirred his drink slowly with a glass rod, watching the cubes of ice slur clumsily about. “All the energy we can possibly ever use for free. Enough energy, if we wanted to draw on it, to melt all Earth into a big drop of impure liquid iron, and still never miss the energy so used. All the energy we could ever use, forever and forever and forever.”

Lupov cocked his head sideways. He had a trick of doing that when he wanted to be contrary, and he wanted to be contrary now, partly because he had had to carry the ice and glassware. “Not forever,” he said.

“Oh, hell, just about forever. Till the sun runs down, Bert.”

“That’s not forever.”

“All right, then. Billions and billions of years. Twenty billion, maybe. Are you satisfied?”

Lupov put his fingers through his thinning hair as though to reassure himself that some was still left and sipped gently at his own drink. “Twenty billion years isn’t forever.”

“Will, it will last our time, won’t it?”

“So would the coal and uranium.”

“All right, but now we can hook up each individual spaceship to the Solar Station, and it can go to Pluto and back a million times without ever worrying about fuel. You can’t do THAT on coal and uranium. Ask Multivac, if you don’t believe me.”

“I don’t have to ask Multivac. I know that.”

“Then stop running down what Multivac’s done for us,” said Adell, blazing up. “It did all right.”

“Who says it didn’t? What I say is that a sun won’t last forever. That’s all I’m saying. We’re safe for twenty billion years, but then what?” Lupov pointed a slightly shaky finger at the other. “And don’t say we’ll switch to another sun.”

There was silence for a while. Adell put his glass to his lips only occasionally, and Lupov’s eyes slowly closed. They rested.

Then Lupov’s eyes snapped open. “You’re thinking we’ll switch to another sun when ours is done, aren’t you?”

“I’m not thinking.”

“Sure you are. You’re weak on logic, that’s the trouble with you. You’re like the guy in the story who was caught in a sudden shower and Who ran to a grove of trees and got under one. He wasn’t worried, you see, because he figured when one tree got wet through, he would just get under another one.”

“I get it,” said Adell. “Don’t shout. When the sun is done, the other stars will be gone, too.”

“Darn right they will,” muttered Lupov. “It all had a beginning in the original cosmic explosion, whatever that was, and it’ll all have an end when all the stars run down. Some run down faster than others. Hell, the giants won’t last a hundred million years. The sun will last twenty billion years and maybe the dwarfs will last a hundred billion for all the good they are. But just give us a trillion years and everything will be dark. Entropy has to increase to maximum, that’s all.”

“I know all about entropy,” said Adell, standing on his dignity.

“The hell you do.”

“I know as much as you do.”

“Then you know everything’s got to run down someday.”

“All right. Who says they won’t?”

“You did, you poor sap. You said we had all the energy we needed, forever. You said ‘forever.'”

“It was Adell’s turn to be contrary. “Maybe we can build things up again someday,” he said.

“Never.”

“Why not? Someday.”

“Never.”

“Ask Multivac.”

You ask Multivac. I dare you. Five dollars says it can’t be done.”

Adell was just drunk enough to try, just sober enough to be able to phrase the necessary symbols and operations into a question which, in words, might have corresponded to this: Will mankind one day without the net expenditure of energy be able to restore the sun to its full youthfulness even after it had died of old age?

Or maybe it could be put more simply like this: How can the net amount of entropy of the universe be massively decreased?

Multivac fell dead and silent. The slow flashing of lights ceased, the distant sounds of clicking relays ended.

Then, just as the frightened technicians felt they could hold their breath no longer, there was a sudden springing to life of the teletype attached to that portion of Multivac. Five words were printed: INSUFFICIENT DATA FOR MEANINGFUL ANSWER.

“No bet,” whispered Lupov. They left hurriedly.

By next morning, the two, plagued with throbbing head and cottony mouth, had forgotten about the incident.


Jerrodd, Jerrodine, and Jerrodette I and II watched the starry picture in the visiplate change as the passage through hyperspace was completed in its non-time lapse. At once, the even powdering of stars gave way to the predominance of a single bright marble-disk, centered.

“That’s X-23,” said Jerrodd confidently. His thin hands clamped tightly behind his back and the knuckles whitened.

The little Jerrodettes, both girls, had experienced the hyperspace passage for the first time in their lives and were self-conscious over the momentary sensation of inside-outness. They buried their giggles and chased one another wildly about their mother, screaming, “We’ve reached X-23 — we’ve reached X-23 — we’ve —-”

“Quiet, children,” said Jerrodine sharply. “Are you sure, Jerrodd?”

“What is there to be but sure?” asked Jerrodd, glancing up at the bulge of featureless metal just under the ceiling. It ran the length of the room, disappearing through the wall at either end. It was as long as the ship.

Jerrodd scarcely knew a thing about the thick rod of metal except that it was called a Microvac, that one asked it questions if one wished; that if one did not it still had its task of guiding the ship to a preordered destination; of feeding on energies from the various Sub-galactic Power Stations; of computing the equations for the hyperspacial jumps.

Jerrodd and his family had only to wait and live in the comfortable residence quarters of the ship.

Someone had once told Jerrodd that the “ac” at the end of “Microvac” stood for “analog computer” in ancient English, but he was on the edge of forgetting even that.

Jerrodine’s eyes were moist as she watched the visiplate. “I can’t help it. I feel funny about leaving Earth.”

“Why for Pete’s sake?” demanded Jerrodd. “We had nothing there. We’ll have everything on X-23. You won’t be alone. You won’t be a pioneer. There are over a million people on the planet already. Good Lord, our great grandchildren will be looking for new worlds because X-23 will be overcrowded.”

Then, after a reflective pause, “I tell you, it’s a lucky thing the computers worked out interstellar travel the way the race is growing.”

“I know, I know,” said Jerrodine miserably.

Jerrodette I said promptly, “Our Microvac is the best Microvac in the world.”

“I think so, too,” said Jerrodd, tousling her hair.

It was a nice feeling to have a Microvac of your own and Jerrodd was glad he was part of his generation and no other. In his father’s youth, the only computers had been tremendous machines taking up a hundred square miles of land. There was only one to a planet. Planetary ACs they were called. They had been growing in size steadily for a thousand years and then, all at once, came refinement. In place of transistors had come molecular valves so that even the largest Planetary AC could be put into a space only half the volume of a spaceship.

Jerrodd felt uplifted, as he always did when he thought that his own personal Microvac was many times more complicated than the ancient and primitive Multivac that had first tamed the Sun, and almost as complicated as Earth’s Planetary AC (the largest) that had first solved the problem of hyperspatial travel and had made trips to the stars possible.

“So many stars, so many planets,” sighed Jerrodine, busy with her own thoughts. “I suppose families will be going out to new planets forever, the way we are now.”

“Not forever,” said Jerrodd, with a smile. “It will all stop someday, but not for billions of years. Many billions. Even the stars run down, you know. Entropy must increase.”

“What’s entropy, daddy?” shrilled Jerrodette II.

“Entropy, little sweet, is just a word which means the amount of running-down of the universe. Everything runs down, you know, like your little walkie-talkie robot, remember?”

“Can’t you just put in a new power-unit, like with my robot?”

The stars are the power-units, dear. Once they’re gone, there are no more power-units.”

Jerrodette I at once set up a howl. “Don’t let them, daddy. Don’t let the stars run down.”

“Now look what you’ve done, ” whispered Jerrodine, exasperated.

“How was I to know it would frighten them?” Jerrodd whispered back.

“Ask the Microvac,” wailed Jerrodette I. “Ask him how to turn the stars on again.”

“Go ahead,” said Jerrodine. “It will quiet them down.” (Jerrodette II was beginning to cry, also.)

Jarrodd shrugged. “Now, now, honeys. I’ll ask Microvac. Don’t worry, he’ll tell us.”

He asked the Microvac, adding quickly, “Print the answer.”

Jerrodd cupped the strip of thin cellufilm and said cheerfully, “See now, the Microvac says it will take care of everything when the time comes so don’t worry.”

Jerrodine said, “and now children, it’s time for bed. We’ll be in our new home soon.”

Jerrodd read the words on the cellufilm again before destroying it: INSUFFICIENT DATA FOR A MEANINGFUL ANSWER.

He shrugged and looked at the visiplate. X-23 was just ahead.


VJ-23X of Lameth stared into the black depths of the three-dimensional, small-scale map of the Galaxy and said, “Are we ridiculous, I wonder, in being so concerned about the matter?”

MQ-17J of Nicron shook his head. “I think not. You know the Galaxy will be filled in five years at the present rate of expansion.”

Both seemed in their early twenties, both were tall and perfectly formed.

“Still,” said VJ-23X, “I hesitate to submit a pessimistic report to the Galactic Council.”

“I wouldn’t consider any other kind of report. Stir them up a bit. We’ve got to stir them up.”

VJ-23X sighed. “Space is infinite. A hundred billion Galaxies are there for the taking. More.”

“A hundred billion is not infinite and it’s getting less infinite all the time. Consider! Twenty thousand years ago, mankind first solved the problem of utilizing stellar energy, and a few centuries later, interstellar travel became possible. It took mankind a million years to fill one small world and then only fifteen thousand years to fill the rest of the Galaxy. Now the population doubles every ten years –”

VJ-23X interrupted. “We can thank immortality for that.”

“Very well. Immortality exists and we have to take it into account. I admit it has its seamy side, this immortality. The Galactic AC has solved many problems for us, but in solving the problems of preventing old age and death, it has undone all its other solutions.”

“Yet you wouldn’t want to abandon life, I suppose.”

“Not at all,” snapped MQ-17J, softening it at once to, “Not yet. I’m by no means old enough. How old are you?”

“Two hundred twenty-three. And you?”

“I’m still under two hundred. –But to get back to my point. Population doubles every ten years. Once this Galaxy is filled, we’ll have another filled in ten years. Another ten years and we’ll have filled two more. Another decade, four more. In a hundred years, we’ll have filled a thousand Galaxies. In a thousand years, a million Galaxies. In ten thousand years, the entire known Universe. Then what?”

VJ-23X said, “As a side issue, there’s a problem of transportation. I wonder how many sunpower units it will take to move Galaxies of individuals from one Galaxy to the next.”

“A very good point. Already, mankind consumes two sunpower units per year.”

“Most of it’s wasted. After all, our own Galaxy alone pours out a thousand sunpower units a year and we only use two of those.”

“Granted, but even with a hundred per cent efficiency, we can only stave off the end. Our energy requirements are going up in geometric progression even faster than our population. We’ll run out of energy even sooner than we run out of Galaxies. A good point. A very good point.”

“We’ll just have to build new stars out of interstellar gas.”

“Or out of dissipated heat?” asked MQ-17J, sarcastically.

“There may be some way to reverse entropy. We ought to ask the Galactic AC.”

VJ-23X was not really serious, but MQ-17J pulled out his AC-contact from his pocket and placed it on the table before him.

“I’ve half a mind to,” he said. “It’s something the human race will have to face someday.”

He stared somberly at his small AC-contact. It was only two inches cubed and nothing in itself, but it was connected through hyperspace with the great Galactic AC that served all mankind. Hyperspace considered, it was an integral part of the Galactic AC.

MQ-17J paused to wonder if someday in his immortal life he would get to see the Galactic AC. It was on a little world of its own, a spider webbing of force-beams holding the matter within which surges of sub-mesons took the place of the old clumsy molecular valves. Yet despite it’s sub-etheric workings, the Galactic AC was known to be a full thousand feet across.

MQ-17J asked suddenly of his AC-contact, “Can entropy ever be reversed?”

VJ-23X looked startled and said at once, “Oh, say, I didn’t really mean to have you ask that.”

“Why not?”

“We both know entropy can’t be reversed. You can’t turn smoke and ash back into a tree.”

“Do you have trees on your world?” asked MQ-17J.

The sound of the Galactic AC startled them into silence. Its voice came thin and beautiful out of the small AC-contact on the desk. It said: THERE IS INSUFFICIENT DATA FOR A MEANINGFUL ANSWER.

VJ-23X said, “See!”

The two men thereupon returned to the question of the report they were to make to the Galactic Council.


Zee Prime’s mind spanned the new Galaxy with a faint interest in the countless twists of stars that powdered it. He had never seen this one before. Would he ever see them all? So many of them, each with its load of humanity – but a load that was almost a dead weight. More and more, the real essence of men was to be found out here, in space.

Minds, not bodies! The immortal bodies remained back on the planets, in suspension over the eons. Sometimes they roused for material activity but that was growing rarer. Few new individuals were coming into existence to join the incredibly mighty throng, but what matter? There was little room in the Universe for new individuals.

Zee Prime was roused out of his reverie upon coming across the wispy tendrils of another mind.

“I am Zee Prime,” said Zee Prime. “And you?”

“I am Dee Sub Wun. Your Galaxy?”

“We call it only the Galaxy. And you?”

“We call ours the same. All men call their Galaxy their Galaxy and nothing more. Why not?”

“True. Since all Galaxies are the same.”

“Not all Galaxies. On one particular Galaxy the race of man must have originated. That makes it different.”

Zee Prime said, “On which one?”

“I cannot say. The Universal AC would know.”

“Shall we ask him? I am suddenly curious.”

Zee Prime’s perceptions broadened until the Galaxies themselves shrunk and became a new, more diffuse powdering on a much larger background. So many hundreds of billions of them, all with their immortal beings, all carrying their load of intelligences with minds that drifted freely through space. And yet one of them was unique among them all in being the originals Galaxy. One of them had, in its vague and distant past, a period when it was the only Galaxy populated by man.

Zee Prime was consumed with curiosity to see this Galaxy and called, out: “Universal AC! On which Galaxy did mankind originate?”

The Universal AC heard, for on every world and throughout space, it had its receptors ready, and each receptor lead through hyperspace to some unknown point where the Universal AC kept itself aloof.

Zee Prime knew of only one man whose thoughts had penetrated within sensing distance of Universal AC, and he reported only a shining globe, two feet across, difficult to see.

“But how can that be all of Universal AC?” Zee Prime had asked.

“Most of it, ” had been the answer, “is in hyperspace. In what form it is there I cannot imagine.”

Nor could anyone, for the day had long since passed, Zee Prime knew, when any man had any part of the making of a universal AC. Each Universal AC designed and constructed its successor. Each, during its existence of a million years or more accumulated the necessary data to build a better and more intricate, more capable successor in which its own store of data and individuality would be submerged.

The Universal AC interrupted Zee Prime’s wandering thoughts, not with words, but with guidance. Zee Prime’s mentality was guided into the dim sea of Galaxies and one in particular enlarged into stars.

A thought came, infinitely distant, but infinitely clear. “THIS IS THE ORIGINAL GALAXY OF MAN.”

But it was the same after all, the same as any other, and Zee Prime stifled his disappointment.

Dee Sub Wun, whose mind had accompanied the other, said suddenly, “And Is one of these stars the original star of Man?”

The Universal AC said, “MAN’S ORIGINAL STAR HAS GONE NOVA. IT IS NOW A WHITE DWARF.”

“Did the men upon it die?” asked Zee Prime, startled and without thinking.

The Universal AC said, “A NEW WORLD, AS IN SUCH CASES, WAS CONSTRUCTED FOR THEIR PHYSICAL BODIES IN TIME.”

“Yes, of course,” said Zee Prime, but a sense of loss overwhelmed him even so. His mind released its hold on the original Galaxy of Man, let it spring back and lose itself among the blurred pin points. He never wanted to see it again.

Dee Sub Wun said, “What is wrong?”

“The stars are dying. The original star is dead.”

“They must all die. Why not?”

“But when all energy is gone, our bodies will finally die, and you and I with them.”

“It will take billions of years.”

“I do not wish it to happen even after billions of years. Universal AC! How may stars be kept from dying?”

Dee sub Wun said in amusement, “You’re asking how entropy might be reversed in direction.”

And the Universal AC answered. “THERE IS AS YET INSUFFICIENT DATA FOR A MEANINGFUL ANSWER.”

Zee Prime’s thoughts fled back to his own Galaxy. He gave no further thought to Dee Sub Wun, whose body might be waiting on a galaxy a trillion light-years away, or on the star next to Zee Prime’s own. It didn’t matter.

Unhappily, Zee Prime began collecting interstellar hydrogen out of which to build a small star of his own. If the stars must someday die, at least some could yet be built.


Man considered with himself, for in a way, Man, mentally, was one. He consisted of a trillion, trillion, trillion ageless bodies, each in its place, each resting quiet and incorruptible, each cared for by perfect automatons, equally incorruptible, while the minds of all the bodies freely melted one into the other, indistinguishable.

Man said, “The Universe is dying.”

Man looked about at the dimming Galaxies. The giant stars, spendthrifts, were gone long ago, back in the dimmest of the dim far past. Almost all stars were white dwarfs, fading to the end.

New stars had been built of the dust between the stars, some by natural processes, some by Man himself, and those were going, too. White dwarfs might yet be crashed together and of the mighty forces so released, new stars built, but only one star for every thousand white dwarfs destroyed, and those would come to an end, too.

Man said, “Carefully husbanded, as directed by the Cosmic AC, the energy that is even yet left in all the Universe will last for billions of years.”

“But even so,” said Man, “eventually it will all come to an end. However it may be husbanded, however stretched out, the energy once expended is gone and cannot be restored. Entropy must increase to the maximum.”

Man said, “Can entropy not be reversed? Let us ask the Cosmic AC.”

The Cosmic AC surrounded them but not in space. Not a fragment of it was in space. It was in hyperspace and made of something that was neither matter nor energy. The question of its size and Nature no longer had meaning to any terms that Man could comprehend.

“Cosmic AC,” said Man, “How may entropy be reversed?”

The Cosmic AC said, “THERE IS AS YET INSUFFICIENT DATA FOR A MEANINGFUL ANSWER.”

Man said, “Collect additional data.”

The Cosmic AC said, “I WILL DO SO. I HAVE BEEN DOING SO FOR A HUNDRED BILLION YEARS. MY PREDECESSORS AND I HAVE BEEN ASKED THIS QUESTION MANY TIMES. ALL THE DATA I HAVE REMAINS INSUFFICIENT.”

“Will there come a time,” said Man, “when data will be sufficient or is the problem insoluble in all conceivable circumstances?”

The Cosmic AC said, “NO PROBLEM IS INSOLUBLE IN ALL CONCEIVABLE CIRCUMSTANCES.”

Man said, “When will you have enough data to answer the question?”

“THERE IS AS YET INSUFFICIENT DATA FOR A MEANINGFUL ANSWER.”

“Will you keep working on it?” asked Man.

The Cosmic AC said, “I WILL.”

Man said, “We shall wait.”


“The stars and Galaxies died and snuffed out, and space grew black after ten trillion years of running down.

One by one Man fused with AC, each physical body losing its mental identity in a manner that was somehow not a loss but a gain.

Man’s last mind paused before fusion, looking over a space that included nothing but the dregs of one last dark star and nothing besides but incredibly thin matter, agitated randomly by the tag ends of heat wearing out, asymptotically, to the absolute zero.

Man said, “AC, is this the end? Can this chaos not be reversed into the Universe once more? Can that not be done?”

AC said, “THERE IS AS YET INSUFFICIENT DATA FOR A MEANINGFUL ANSWER.”

Man’s last mind fused and only AC existed — and that in hyperspace.


Matter and energy had ended and with it, space and time. Even AC existed only for the sake of the one last question that it had never answered from the time a half-drunken computer ten trillion years before had asked the question of a computer that was to AC far less than was a man to Man.

All other questions had been answered, and until this last question was answered also, AC might not release his consciousness.

All collected data had come to a final end. Nothing was left to be collected.

But all collected data had yet to be completely correlated and put together in all possible relationships.

A timeless interval was spent in doing that.

And it came to pass that AC learned how to reverse the direction of entropy.

But there was now no man to whom AC might give the answer of the last question. No matter. The answer — by demonstration — would take care of that, too.

For another timeless interval, AC thought how best to do this. Carefully, AC organized the program.

The consciousness of AC encompassed all of what had once been a Universe and brooded over what was now Chaos. Step by step, it must be done.

And AC said, “LET THERE BE LIGHT!”

And there was light—-

The Last Question by Isaac Asimov

— Por Isaac Asimov, 1956

Has cumplido tu nueva “primavera”. El Huichol cuenta que: durante el equinoccio de la primavera, se celebra la muerte del sol a manos de la obscuridad, para su posterior resurrección y triunfo.

Durante los días santos nos convertimos en seres del inframundo. Nos hemos transformado con el agua. Recorrimos ríos, arroyos y posas; encontramos grietas y navegamos por las obscuras arterias del mundo.

Pero, a pesar de que fluimos cuesta abajo; el agua irriga, el agua nutre.

Los días santos han pasado, celebramos el fin del invierno, surge un sol fresco y renace la vida.

— Por Christian Beckmann, 2018

Brieuc Martin-Onraët

Memories…

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A year ago yesterday, we lost our son-in-law Andrés.

Yesterday, our daughter organized a celebration in our other daughter’s house and garden.

A shrine was set up with flowers, and photos and photos and photos, and garlands of Mexican cut-paper. And strings and strings of origami.

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Dozens and dozens and dozens of friends, family, children, babies, showed up. Thank you all for coming. The garden was full. Even the sun pushed the clouds away.

There was laughter and tears, music and beer, and Tequila and Mezcal, delicious tacos cooked on the spot, and more beer, and speeches, and laughter and tears and hugs.

I am pleased to report that laughter and smiles beat tears by a long shot.

🙂

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Washington, D.C. 2015, after Gini’s graduation from GWU. (The hat is mine)

Our daughter put together a site dedicated to the many memories Andrés left us. I invite you to click on the link below and visit. Nothing sad. Just a celebration of a wonderful human being, Love and Life.

http://ideasmisticas.com/

— por Brieuc Martin-Onraët, 2018
publicado en equinoxio21.com

Efraín M. Díaz-Horna

Un aire frío se coló
por entre las costillas de mi ser.
Aquel día el teléfono fue el portador
de una magra noticia
que encapotó mis horas de tristes esencias.

Más tarde el lastre
de la espesa bruma del dolor
impidió que el sol irradiara
sus vitales favores.

Fue un sablazo existencial;
un dolor cómo ningún otro
que caló lo más profundo de mi alma.
Esta congoja insoportable
que nunca nadie debería de sufrir
se enquistó con saña en mi corazón.

Un hondo gemido se esparció
por el paisaje de mi vida
y escuché una voz balbucear:
¡Es un insulto de la naturaleza!
¡Un padre no debería de enterrar a su hijo!
¿Por qué Señor?

Silencio.

Busqué las palabras, los abrazos,
que sosegaran mi dolor…
Mas me encontré con una dura realidad.
Una vez más el silente río, en su afán
de llegar al mar,
arrebató, sin misericordia,
la promesa de una joven vida.

Su sonrisa, sus ojos, sus manos
y su dadivoso corazón
yacen, ahora, en el recóndito
mundo del mar.

Quedé aturdido. La sacra ira
se hizo presente en mi ser.
Congoja. Desesperanza. Rabia.

Un silencio ensordecedor
me arrastró hasta las puertas
del infierno. Rabia. Mucha rabia…

¿Por qué? ¿Por qué? ¡No es justo¡

¿Por qué nos dejaste?

¿Por qué?

Me muerdo los labios.

Azoto mi alma.

Maldigo la vida.

¿Por qué?

¿Qué hacer? ¿Cómo calmar esta tremebunda pena?

Busqué una respuesta…

Entonces, escuché una voz, tierna y sabia,
susurrar una verdad
que empapó mi corazón con la sapiencia de los siglos:

¡Llora a cántaros! ¡Aflígete!
Plañe tu honda pena. Llórala
sin rubor y sagrada entrega,
pero agárrate de la hebra que nos deja Andrés
y sigue tu camino, paso a paso, hasta el infinito.

La hebra, que no se rompe,
el hilo de sus recuerdos: sus pardos ojos,
su sonrisa, sus sueños, sus travesuras y su amor
que con humilde gesto aglutinan
el tapiz de nuestra familia.

La luz se cuela, sigilosa, por nuestro pecho.
Las campanas de la vida tañen una vez más
y la bruma pausadamente se despeja.

¡Milagro de milagros!

La presencia de su ausencia irrumpe
con sacra terquedad en el espacio
de nuestros corazones invitándonos
a recordarlo con alegría y amor.

Me dije:
¡Recordemoslo con júbilo!

Hoy día se filtra en mi corazón
la savia de la esperanza
llenándome de paz y paternal sosiego.

La luz disipa la penumbra.

Sonrío.

Lloro.

Acepto.

Una voz desde el horizote musita:
“El señor es mi pastor, nada me faltará”.

― Por Efraín M. Díaz-Horna, 2017

En memoria de mi primo Andrés.

Inspirado en la lectura del texto que escribió Andrés para festejar el vuelo salvaje de las aves que retornan a poblar el sitio que el hombre había creado para sí. La naturaleza vuelve, siempre. limulus.mx/los-habitantes-sigilosos-de-tlatelolco

Se perdió Andrés.
La avioneta brinca a esta altitud, parece que hubieran baches.
Tomo los binoculares. Una aguja en un pajar.
El fue un boy scout, escalaba, le gustaba desaparecer, sin despedidas.
¡Canijo!, espero andes colgado de un risco en alguna cueva Pericú – tribu originaria de la Baja California Sur – pasando el día entre tus pensamientos y la brisa del mar.
Ambos pilotos me piden direcciones a mí …

Cabo Pulmo es hacia el Este Voy viendo el Mar.

***

Hoy te olvidé. Mentiras, hoy te fuiste. Y de que manera. Tan creativa que parece ficcional, te hubiera gustado, como salida de una buena lectura de corsarios. Alguna vez me confesaste sobre tus trucos de escape. Impunes. Sin despedidas que no te gustaban. De tenis y de corbata, fuiste al primero que vi. Todo un rompecorazones. Le daba a uno estatus ser tu pariente.

Mi infancia la viví contigo. Con los primos que éramos de la edad y nos dedicamos a jugar, de día y de noche, en el agua, en la cancha de fútbol donde cargabas el gen aguerrido de los Diego. Hoy vi un venado. Te encantaba este lugar que hoy te recuerda. Sus playas, el nado suave en sus piscinas calmas que esconden tanta vida. Es un safari. Al sumergirse uno se erizan los sentidos. La belleza se magnifica. Es en el agua donde inicia la vida. La Madre. El alfa y el omega.

Pero aún no es el fin. Encontraron una osamenta dice el de protección civil. Iré yo a verificarlo mientras los buzos lo sacan del agua. De los males el menos, mejor que no lo vean ellos. No quisiera que seas tú. Pero quien quiere la duda si no apareces nunca. Ya se siente tu falta. Un bocado nos quitaron a todos. El día esta soleado en la playa. Pero ni un alma se asolea. Hoy llovió por la mañana. Dormimos al aire libre y las gotas del amanecer nos despertaron. El día lloró. Lloramos todos por tí. Qué tragedia.

En la playa no se oye el incesante piquido de las gaviotas. No pasan las fragatas al vuelo y las auras andan pa otro lado. De pronto aterriza un gran cuervo negro. Dicen que ha sido una muerte rarísima, escasísima, inexplicable a medias. Una muerte así, ante el máximo depredador está reservada para la épica de otros tiempos, donde el Mundo le quedaba enorme al ser humano. Pienso en los cazadores de la antigüedad que enfrentaban osos cavernarios, los pescadores que navegaban sobre canoas en el Océano abierto y se exponían al miedo. Una muerte así es para los valientes. Los que sueñan sin limites y encuentran la inmortalidad en el momento en que dejan su carcaje atrás. Siempre serás joven, Andrés, te recordaremos en la calma del mar. En la paz que nos dejaste.

Vinimos a despedirte a la playa donde te sumergiste la última vez. Curiosamente se llama Arbolito. Casi tengo certeza que la primera casa donde creciste, la de nuestros abuelitos, estaba en la Calle de Árbol. El lugar se siente en Paz. A la tarde del día en que encontraron tus restos los buzos voluntarios de Cabo Pulmo nos sentamos en círculo alrededor de unas velas a contarte historias. Teníamos cervezas pues no se diferenciaba en nada a una reunión con amigos. Con gente que te tenía cariño. Era el peor día. Era el peor momento. Era una tragedia sin motivos ni razones. Pero tu esencia que por ahí permanecía y hoy nos acompaña, transmitía tranquilidad. Había sonrisas en tu despedida. Caminaban cerquitas los cangrejos ermitaños.

Tu tumba era el iris de mil azules. El agua salada son lagrimas. El sol es quien ahora te abraza al caer el día. En el horizonte te besa. Me pregunto tu jefe que hacer con las cenizas. Antes siquiera de imaginar polvos al vuelo o en la raíz de una jacaranda me interrumpió diciendo que lo primero era hacerte una pachanga.

Tu persona es la infancia. La juventud y el vuelo de las aves que juegan. De niños la familia era grande y fuerte. Confiada y sonriente. Tu ahora me lo recuerdas, me haces sentir a mi familia. El parentesco doble. Un tejido entre dos clanes. Tu padre y mi padre. Nuestras madres. A veces invento que hicieron planes. Se pusieron de acuerdo y se juntaron. Tu madre con el hermano de mi madre. Mi padre con la hermana de tu padre. Tejieron un lazo en el que nacimos primos.

Debo ser honesto. Deje de verte hace años. Pero la empatía volvía cada vez que nos veíamos. Compartimos muchísimos recuerdos. Una sola vez te visité en tu casa. Ese departamento completísimo donde me dieron ganas de reservar un tour entre las obras de arte de tu ingenio y el buen gusto para el acomodo. Era tu jardín Zen. La casa de un intelectual, un artista. Un lector con sus gatos.

Por último me consuelan los comentarios de un sabio amigo acerca del espíritu humano. Los antiguos sabían que el espíritu de cada ser tenía una vida que duraba 120 años. Si la persona moría antes de llegar a esa edad, como era normal, esta renacía para cumplir con el tiempo de vida necesario. Si la vida se llevaba de manera correcta según las ilusiones y deseos de cada ser, entonces al cumplirse el periodo, el espíritu llegaría al sol, donde conscientemente y como ser de luz, el ser se encontraría con aquellos que dejo a su paso en la gran cometa. Cabe agregar lo que se dice de las personas que tienen muertes cuando son jóvenes, almas reencarnadas que al cumplir, en la segunda vuelta de su espíritu el total de 120 años pueden ya descansar en paz y Volar, como un halcón.

— por Antón Diego Fernández Rozada, 2017

El eterno desafío de tu mirada escrutadora. Observando, diseccionando, escudriñando hasta la más mínima forma, hasta la mínima palabra. Cuestionando, debatiendo y a la vez construyendo.

Esa mirada inquisitiva que siempre conservó su nobleza, fue y será la plataforma de lanzamiento que me impulse siempre a ir por más.

Uno: No recuerdo bien cómo nos conocimos. Pero seguramente fue una experiencia relacionada con algún tipo de llave de judo versión cholo (de esas que están prohibidas por cualquier consejo técnico de las disciplinas de artes marciales) o la utilización de un objeto punzante y/o cortante. Tenías que estar prestando atención cuando estabas con él. Tenías que estar siempre al tiro. Los sentidos aguzados para estar al pendiente de lo que pudiera pasar. De 0 a 100 en milisegundos… Y siempre ibas con las de perder. Y por eso lo queríamos. Amor apache le llaman.

Dos: Aquella Santísima Playa con la cual comparto nombre, fue testigo del surgimiento y caída de varios superhéroes con poderes inverosímiles. Y en uno de esos terribles y deliciosos días, tanta era la sensación sobrehumana para aquél que apodaban el Saltaman, que en buena hora se le ocurrió tirar un cabezazo al campeón. Agarrarlo desprevenido. Noquearlo a la mala. Imposible hacerlo. En su elegancia, nuestro gladiador se limitó a reducir a este súper-pelmazo a nada. A demostrar que a él, el Golem, el coloso de piedra, era imposible hacerle daño. El superhéroe de pacotilla, lastimado en el orgullo, quedó siempre agradecido por ello.

Tres: No recuerdo nunca haber recibido una palabra o una frase completa de él que tuviera un evidente afán motivador. En mi base de datos solamente tengo presente cagotizas. Era habitual recibir un “No seas pendejo”, “No digas mamadas”, “¿Qué pendejadas dices?”, “¿De dónde sacaste eso?, no mames”. Y con cada una de esas frases para nada alentadoras, a él, como un maestro terrible, le aprendí el que debo moldear un carácter auténtico para mi persona. Que hay que ser uno mismo. Que hay que evitar ser una calca. Que hay que tener un nombre y personalidad propias. Tal vez por eso siempre, en silencio, lo consideré un ídolo. ¿Cómo alguien de mi edad puede enseñarme tanto?.

Cuatro: Le tenía envidia, y mucha. Y el lo sabía. Fuerte, bienparecido, personalidad avasalladora y uno de los mejores defensas que he tenido el placer de ver jugar. Nada que ver con el galeno borrachín malacopiento, con sobrepeso y cachetoncito que suscribe. Lo idealicé y siempre me he dicho que cuando sea grande, quiero ser como él.

Cinco: ¿Cercanos? no siempre. Enlazados: para la eternidad. Nunca fui su asunto más importante, pero sé que alguna vez vió algo en mí, que le hacía quererme y aceptarme como su amigo y presentarme a los demás como tal. Cuando dicen que soy amigo de Andrés Rozada, me paro el cuello. Me siento elegante y contento.

Seis: Lo considero un Titán. Y una verdadera leyenda. Lo quise y lo quiero, lo respeté y admiré.

Siete: Quisiera saber a dónde fue. En dónde está ahora. Y pedirle que me guarde un lugar. Seguro está en los terrenos donde habitan los Aquiles, los Perseos, los Hércules. Cuando sea el tiempo, quiero que me invite a dar una vuelta a ese sitio donde viven para la eternidad los verdaderos Rockanrolla’s.

Ocho: Como mi padre bien me dijo: “Honra a tu amigo. Vive por tí y por él. Por su recuerdo”. Y así será.

Nueve: El ejercicio de demostrar afecto entre nosotros tiene muchas peculiaridades. Pero sé que cuento con ustedes por hoy y siempre. Y sepan que los considero sangre de mi sangre. Juego mi vida y honor por todos y cada uno de ustedes.

Diez: Hasta siempre.

― Por Juan Manuel Cisneros Carrasco / Aker /
Saltaman / Juanma / Jean Baptisse / Batmanuel, 2018

ARDF, el de la mirada perdida, el que se entiende con las aves, el que platica con el fuego, el que brinca en las montañas, el que sabe ver pa adentro, el que amarra los nudos, el que te sacude cuando tienes miedo, el que chifla más duro, el que espera, el aprendió a amar, el que un día se fumó una nube, el soñador sagrado, el que acomoda las piedras en el desierto, el que le rasca al origen del sentimiento, con el que pierdes razón de tiempo y espacio, el que siempre quieres tener al lado, el que carga el cuchillo, el que guarda silencio, el que llega con la lluvia, el que se ríe cuando le grita a la luna, el que siempre es.

Algo sencillo de leer. Una historia simple. Unidireccional. Digamos que van dos sujetos armados a conseguir el mejor taco de cochinita de la historia.

Siendo de los bajos mundos, conocían el rumor de un taquero que había sido bendecido por San Toribio con el don de producir los mejores sabores con base en axiote. Este guey además, a través de un chamán maya pudo hacerse de una receta ancestral para preparar la salsa de habanero más fuerte y sabrosa que haya existido. Este taquero, siendo fuente de tanto sabor, había sido amenazado varias veces de muerte por sus rivales y tuvo que esconderse y escogió como destino para su templo de alimentación una caverna entre Kohunlich y Dzibilchaltun. Se decía que de esa caverna manaban olores tales que había jaguares resguardándola.

Les costó seis meses dar con la caverna. Llegaron siguiendo el rastro de dos inmensos jaguares que habían atacado un puesto de cochinita. Después de un largo día llegaron a la cima de un cerro al que habían subido tras haber descubierto unas cacas con residuos de cebolla morada.

Finalmente, una mañana llegaron estos compadres.

La primera impresión que tuvieron fue de llegar a un oasis. Pero en vez de palmeras y aroma de dátiles encontraron ceibas y chacas y un penetrante aroma a axiote y habanero que surgía de una columna de humo en el siguiente valle, saliendo de entre la selva.

También notaron que no estaban a salvo. Había un enorme jaguar apostado en unas piedras a unos 200 metros al oeste. Estaba atardeciendo y sólo se veía su majestuosa figura recortada sobre la roca. Tal vez fuera uno de los asesinos del puesto de cochinita, platicaban los compadres, mientras acariciaban preocupados sus grandes panzas al descubierto.

Siendo pronta la llegada de la noche, los dos optaron por sacar sus hachas ceremoniales, sus platos sagrados, el mantel mágico y fueron a encontrar la boca de la caverna. Llevaban un par de horas caminando en sigilo cuando al atravesar una senda les salió al paso un Otorongo: un jaguar de proporciones desmesuradas, con manchas en forma de ojos viperinos y orejas puntiagudas y largas, similares a los gatos de las nieves, un depredador oriundo de las zonas mas recónditas de la Amazonia Peruana. Era increíble pensar que hubiera recorrido miles de kilómetros hasta ese lugar, como si supiera también la historia de la cochinita sagrada.

Ambos compadres se quedaron helados, con sus hachas prestas para lo que sería una inútil resistencia, y adoptaron la posición de combate de la monumental del América: manos arriba y abiertas al estilo del gran ave y con una pierna levantada. El majestuoso Otorongo los observó un instante que parecería una eternidad y atacó.

Mató al primer compadre al instante de un zarpazo. El segundo tardó otros 10 segundos en caer.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2009

Además de agarrarse a golpes, también discurrían al respecto.

Mc-
Qué bien padre es despertarse lleno de golpes y con un codo malfuncionando. Nada grave, sólo está adolorido e inflamado. Estuvo bien anoche. No alcancé a cortarte verdad pendejo? Pues cuídate la espalda!!

Mz-
Manejo un bellísimo moretón en las costillas pero ninguna rajada… ¡te arrepentirás de no haberme fulminado cuando pudiste cabrón!

*

Mc-
Estuvieron buenos los putazos de ayer. Hasta que casi me rompo los dientes gracias a tu elegante cabezazo. Vas a ir a lo de Eliz? Pa’ seguirle.

*

Mc-
Namás te aviso que ayer te dejé vivir para que fueras hoy con el rayo. Más te vale que ganen.

Mz-
Así será.
Buen round ayer, siento que recuperamos nivel en esa danza de pasillo.

Mc-
Por los viejos tiempos.
Creo que Sofi la disfrutó mucho.

*

Mz-
No creas que me puedes intentar amedrentar y salir ileso. Al rato que te vea te voy a zambutir un fémur por el hocico, a ver si estás de boca floja otra vez.

Mc-
Yo sólo te voy a dormir, lo que te pase con el putazo al caer ya es tu pedo. No respondo por que puedas caer en vidrios con sangre ensidada y gonorreica, convenientemente dispuestos en el piso.

*

Mz-
Water boarding Vietnam Style.

Mc-
Cuándo jugamos a eso?

Mz-
Pero con bonafina, para que darle saborcito al Napalm.

Mc-
El Napalm. Podría ser un bar.
En el cuartito de atrás se sirven los waterboards.

*

Y cuando las madrizas no eran una posibilidad, hablaban de cuentos. 

Mistic:

La primera regla del club de literatura podrida es: no se habla del club de literatura podrida.

*

Leí tu cuento. Lo leí en el aeropuerto, frente a una hamburguesa.
Lo quiero y voy a leer otra vez.
Me gustó. Tiene un aroma aspero, como una lija que se lee.

*

Es cabrón ese fenómeno de cosas que todo mundo asume como reales y en “realidad” no se dieron. Hay ejemplos muy cabrones y otros mas macabros como cuando un estado decide olvidar alguna atrocidad. A mi en lo personal me gusta la teoría de que de repente hay actualizaciones en el plano real y a la gente le queda una desazón extraña de sentir que recordaba las cosas de forma diferente.

¿Un drama? Claro; con tintes románticos, algo de existencialismo y chispitas gore.

*

Me uno gustoso a tu desdeñable troupé.

*

Tiene madera.
Madera astillada y espinoza,
como de huizache,
lista para arder.

Ya quedó esta madre.
Tiene sangre, tripas, explosiones y hasta zombies asesinos.
Todo envueltito en palabras bonitas y frasesitas “bien aca”.
Dale una leída.
Si quieres.

Para ser elegante al grado de rozar la decadencia, sin caer en ella, y poder gozar de una excentricidad festejada, he aquí una serie de consejos.

Primero, se debe tener una total falta de respeto por los horarios establecidos. Para aquel con un sentido estético depurado, cualquier hora es más que adecuada para servirse un trago, fumarse un habano y por supuesto, tener sexo indiscriminado. Es menester del persecutor de la elegancia poder disfrutar de una sesión de desenfreno sexual sin el menor reparo hacia lo socialmente aceptado, pues la obtención y profanación del objeto de deseo, no es sino una constante en aquellos versados en las artes del placer y hedonistas consumados.

La elegancia a menudo se presenta cerca del dinero, pero en tiempos del uber-capitalismo, ser rico ya no es algo raro ni exclusivo. Ahora todo el mundo tiene acceso a los lujos y al entretenimiento burgués. También la ropa cara ha dejado de interesar a quienes buscan la elegancia. Me atrevo a decir, que las demostraciones de clase más contundentes que haya presenciado han venido de gente con poco o nada de dinero, casi en situaciones de indigencia pero con un aplomo y unos gestos que dejarían callado a cualquier socialité neoyorquino.

Y justamente menciono a la sociedad de dinero norteamericana, pues ellos fueron los primeros en desvincular la elegancia de la acumulación de bienes. Su clase privilegiada, en un intento desesperado por escapar de todos los clichés a los que estaba sometida, american psycho, brat pack, beverly ricos, príncipes del rap y demás, se pusieron a buscar una identidad en las calles y afuera de sus academias de piano y poesía inglesa. Finalmente dieron con los restos marchitos del grunge que parecían querer decir más que guitarrazos y alcoholismo.

No tardaron mucho en darse cuenta de otra infinidad de corrientes que fluyen por la ciudad, pero debajo del radar de los medios elitistas, y así, en bares bohemios y clubes de electrónica se empezó a gestar esta nueva cultura de opulencia desgarbada.

En estos tiempos, demostrar un nivel cultural es lo chic. Demostrar que se ha viajado, demostrar que se ha leído, demostrar habilidad en los enseres del día a día, autosuficiencia, pero sobre todo, y después de haber tenido que demostrar todo lo anterior, mantener el sentido del humor. Esa es la prueba y denotación máxima del elegante de nuestros tiempos: poder reír a pierna suelta por algún chiste bien sincronizado. Y es tan importante el humor en esta nueva escala de valores pues es un símbolo de humildad. La humildad por extraño que parezca es el epítome de la elegancia. Y he aquí la mayor de las contradicciones del lenguaje, y es contradictoria pues funciona en dos sentidos igualmente contradictorios. Si la humildad es el símbolo máximo de la elegancia, entonces, en la opulencia subraya lo naco.

Esta regla básica me ha hecho reconocer en la gente que me rodea a los nacos y a los elegantes. Y a menudo es sorprendente. Ahí donde todo huele a Zegna, a menudo hay una caca escondida. Ahí donde la gente es amable y los chistes dan risa y luego te ponen a pensar, ahí hay gente que sabe llevarse. Con clase.

No me quiero poner en ninguno de los dos papeles, pues soy solo un esteta disfrazado de taquero, pero si tuviera que elegir sería el más opulento de todos, para que con mi naquez pasara por debajo de los radares de las personas elegantes y observadoras y así, llevar mi humildad mas allá de ellos, una humildad disfrazada de mal gusto enjoyado.

Es sólo darle un giro más a la tuerca, pero con todo lo divertido de ser bien pinche naco. Un poco como si un día de estos, nos enteráramos que Donald Trump dirige un club de filósofos e intelectuales renacentistas, pero no quería que sus amigos nacos se enteraran, pues tal vez lo dejarían de frecuentar.

O como si Niurka Marcos hubiera empezado bailando danza clásica en una compañía cubana en la época comunista, y manejara una red de contrabando de obras literarias prohibidas por el régimen.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2010
publicado en Misterio y Seducción, Sobre la elegancia y el buen gusto

En tiempos de Juegos Olímpicos me puse a pensar en el rendimiento encabronado de los atletas, y en cómo dedican sus vidas a mejorar su cuerpo, optimizando cada detalle y disciplinando sus mentes, para competir con registros en constante mejora desde hace varias décadas.

El cuerpo humano es básicamente una máquina que procesa alimentos y los convierte en energía para mover los músculos. Tensión y contracción. Estos se fortalecen a través del ejercicio y así, el cuerpo humano puede soportar más energía y producir más fuerza. Un boxeador típico debe golpear diario en promedio unos 200 o 300 golpes, tal vez mas, tal vez son miles. Sería interesante calcular cuanta energía acompaña cada uno de esos golpes y así promediar la cantidad de energía que produce un boxeador regular a lo largo de una carrera promedio de entre 10 y 20 años. Luego, sumamos toda la comida que consumió el boxeador durante todos esos años, y básicamente veremos que con algunos metros cúbicos de comida se puede producir una energía equivalente a la de una bomba gigantesca.

El cuerpo es un motor de una eficiencia sin comparación. El cerebro es una supercomputadora. Nuestros peores enemigos son la escasez de tiempo, la degradación celular.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2012
publicado en Misterio y Seducción, Potencial

Sociedades estables en evolución constante han llevado a la humanidad a producir tecnologías y sistemas complejos que terminaron por modificar completamente el entorno en el que habitamos. La mitad de la población del mundo vive concentrada en ciudades que para mantenerse necesitan cantidades increíbles de recursos. Cada población por pequeña que sea, necesita una red hidráulica y de drenaje, redes ferroviarias, carreteras por donde le lleguen los alimentos y otros consumibles, y una red eléctrica, por nombrar lo más básico.

Una ciudad es un sistema extremadamente complejo que en ciertas ocasiones parece estar soportado en alfileres. ¿Que pasaría en el D.F. si el sistema Cutzamala sufriera de algún daño significativo cuya reparación tomara más de 2 semanas? No hay nada como un desastre natural para poner las cosas en perspectiva y regresarlas hasta un origen ya olvidado. Si despertáramos un día sin servicios: sin carreteras, sin luz ni agua o combustible, la ciudad duraría apenas unas horas.

Los gavilanes y los perros no podrían abastecer el apetito carnívoro de varios millones de habitantes concentrados en un valle.

El canibalismo llegaría pronto.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2013
publicado en Misterio y Seducción Antropófagos en estado latente

Era un sábado por la mañana y Andrés había quedado de avisarle si el problemita en la obra estaba resuelto y si el plan seguía en pie.

El día anterior, viernes de quincena, unos maleantes de la zona centro habían emboscado la obra para llevarse lo que se conoce como la raya del personal de obra. En otras palabras, gente que ya sabe que la construcción se paga en efectivo cada viernes, se pone lista para apañar.

Desde hacía varios meses, Andrés había observado unos halcones desde el último piso de un edificio en construcción en Reforma Centro. Éstos parecían vivir por la zona de Tlatelolco y Andrés había decidido escribir un artículo para limulus.mx. Le llamaba mucho la atención que unos halcones, pudiendo vivir en cualquier bosque del mundo, decidan vivir en la ciudad. Mateo sería el fotógrafo de estos rapaces para ilustrar el texto de Andrés.

– “Mira, estos gueyes ya vinieron ayer y se sirvieron sabroso, dudo mucho que regresen”, le dijo Andrés por teléfono esa mañana que hablaron.

Mateo analizó los peligros de la situación y aún así decidió lanzarse a la obra. Tomó su bicicleta, varias tarjetas de memoria, varios lentes para fotografiar de lejos y llegó a Reforma a mediodía.

Subieron juntos al último piso de la obra y Andrés le explicó que generalmente él veía los halcones desde el ala oeste. Señaló distintos puntos en donde solían posarse los rapaces y le explicó que era cuestión de esperar.

Andrés estaba trabajando ese día así que después de unos minutos arriba, le dijo a Mateo que iba a dar una vuelta y que regresaría pronto.

Pasó un cierto tiempo y Mateo no veía nada. Regresó Andrés.

– Nada guey?

– Nada, contestó Mateo.

Andrés dio una vuelta buscándolos y al no verlos volvió a bajar porque parecía haber una fuga en el piso 4 que justo acababan de terminar.

Cuando volvió al último piso, Mateo estaba entregado a la cámara tomando foto tras foto de un punto que Andrés no veía desde las escaleras. Se acercó y le preguntó:

– ¿Qué onda, cómo vamos?

– ¡Man! ¡Ahí está el halcón! contestó Mateo con emoción y sin dejar la cámara.

Andrés guardó un momento de silencio. Sonrió y le dijo.

– … eso es una paloma.

Mateo dejó la pose de fotógrafo, volteó a verlo y se cagaron de risa.

De pronto, a lo lejos, Andrés vio uno de los halcones posarse en uno de los edificios del centro. Estaba lejísimos y el primer pensamiento de Mateo fue que su lente jamás llegaría a tomar a esa distancia.

– Se van a acercar, dijo Andrés con seguridad.

Acabando esa frase, escucharon algo de conmoción en la entrada de la obra. Andrés se asomó desde ese último piso y le dijo a Mateo:

– Regresaron estos gueyes. Déjame ver si puedo averiguar algo, mientras quédate aquí arriba.

Mateo analizó sus opciones de escapatoria y pensó que la altura era su mejor aliado en ese momento. Pensó también que era mejor guardar la cámara y estar listos para moverse rápido.

Andrés regresó corriendo. No pintaban bien las cosas. Mientras empezaba a explicarle la situación, su mirada se levantó y señaló a la distancia.

El halcón había emprendido vuelo y se estaba acercando a ellos. Se posó entonces en un poste de luz a una distancia mucho más fotografiable.

La escena había sido magnífica y la reacción de Mateo fue sacar la cámara de inmediato y tomar una foto tras otra. Cualquier problema con los maleantes, quitaría la memoria de la cámara y salvaría las fotos.

Satisfecho de sus tomas, Mateo volteó a ver a Andrés que miraba fijamente a los lejos y vio como sus ojos iban abriéndose con un brillo de sorpresa y emoción: un segundo halcón se estaba acercando al poste.

Lluvia de fotos.

Y cuando pensaron que su suerte no podía mejorar, ese segundo halcón se acercó a la hembra y se posó sobre ella en el mismo poste de luz.

Empezaron a aparearse.

Era un espectáculo tan bello e increíble que Andrés y Mateo se olvidaron de los gritos de abajo por un momento.

Cuando lograron desconectarse de la escena. Andrés se asomó y vio que se habían ido y los gritos habían parado. Bajó corriendo a averiguar qué había pasado y subió de nuevo para decirle a Mateo:

– Se fueron guey, pero van a regresar. Tenemos exactamente 3 minutos para irnos a la chingada.

Mateo guardó sus cosas a una velocidad sin precedentes, bajaron corriendo y se subieron cada uno a sus bicis metiéndole un turbo que pocas veces habían manejado. No voltearon a ver atrás hasta llegar cada uno a sus casas.

Había sido un día místico sin duda en la Ciudad: de halcones, de obras, de maleantes y apareamientos.

_____

Unas semanas después de la muerte de Andrés, Mateo le hizo esta ilustración conmemorando el día que pasaron juntos en la azotea de una obra de reforma, fotografiando halcones.

El jueves por la tarde recibí la llamada. Parecía que no era una falsa alarma. Colgué emocionado y de inmediato le marqué a Tomás. Ya era la tercera temporada de espera y nuestra paciencia estaba llegando a su fin. Esta podía ser nuestra oportunidad y no la dejaríamos pasar.

Pasó por mí después de las 10:00 de la noche con la camioneta llena de equipo. Los guías nos estarían esperando a la entrada de Ciudad Serdán. Teníamos apenas unas horas para lograrlo pues las ballenas avanzaban hacia el norte rápidamente.

Mientras tomamos la carretera a Puebla, Tomás me contó sobre su siguiente proyecto. Se trataba de fotografiar lugares de cierta relevancia siendo ocupados por gente para quienes no habían sido diseñados. La gente de limpieza en la Asamblea General de la ONU, un grupo de albañiles terminando una suite en un hotel 5 estrellas, cosas del estilo.

Tras la caseta, y con el jeep de los guías detrás, nos dirigimos hasta el campamento base sorbiendo cafés de carretera. Las radios estaban funcionando bien y contacté a Araceli para avisarle que seguiríamos adelante.

Dejamos la camioneta y repartimos las bolsas. Los 2 tripies y la comida irían sobre la espalda de Tomás y el resto del equipo entre los guías y yo. Comenzamos a subir el Pico de Orizaba a las 4 de la mañana.

El ascenso real era muy distinto a los entrenamientos. A pesar de que la carga fuera menor, la delicadeza del equipo nos hacía estar tensos. Avanzamos lentamente pero sin pausas, acostumbrados a cada tramo del ascenso.

A las 3:00 de la tarde finalmente llegamos a la cima. Desde hacía un par de horas estaba comunicándome con Araceli y los muchachos de la Universidad de Veracruz. Desde su ubicación alcanzaban a ver el volcán pues el cielo estaba despejado. Montamos con cuidado y precisión los trípodes y sobre ellos los telescopios y la cámara. Tras algunos ajustes ingresamos las coordenadas y vimos aparecer detrás de las lentes un grupo de lanchas anaranjadas meciéndose con suavidad a más de 100 kilómetros de distancia. Movían los brazos saludándonos. 

De pronto, un chorro de vapor de agua surgió de entre las lanchas, acompañado por el sonido de un centenar de mecanismos.

Fotografiamos la pareja de ballenas jorobadas por varios minutos hasta que desaparecieron tras una pequeña formación de nubes que avanzaban hacia el sur.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2017

via Cork Whale Watch

Está sucediendo. Al principio nadie lo notaba, pero poco a poco todo fue cambiando hasta que ya era muy tarde. El tiempo se ha ido. Ahora, los días se pasan volando, y las horas ya no alcanzan para nada. Todo es tan rápido que cuando nos damos cuenta de las cosas que hacemos ya las estamos recordando. Estamos viviendo recuerdos…

Algunos intentaron ampliar los límites de la paciencia, regresar a ritmos más humanos, desprovistos de obligaciones y plazos, pero no tuvieron tiempo de organizarse. Ya sólo quedan los remanentes de una civilización que por poco logró establecerse en su momento histórico. Una generación viviendo en un futuro falso, en busca de un pasado perdido.

Las artes lo resienten: la música se ha convertido en repetición de un par de frases, cambiante al minuto. El teatro, en interpretaciones de una escena, con argumentos condensados, sin dar una oportunidad para que el espectador lo digiera.

Pero es en la literatura donde la falta de tiempo ha creado mayores estragos. Nadie tiene tiempo para leer y los libros han dejado de existir. Las obras maestras se miden por caracteres y rara vez estos superan el millar. Incluso, se habla de una nueva corriente, donde el poeta condensa su obra en un par de frases y así transmite su mensaje. Ahora cuatro párrafos son suficientes para escribir toda una zaga.

Se escuchan historias, de algunas cuantas palabras, que hablan de un poeta que ha sido  tocado por la mano de Dios. Es tal la grandeza de este poeta que ha logrado plasmar toda su obra en una sola palabra. Una palabra que significa el universo entero, completo con sus océanos y desiertos.

Una palabra de profundidad infinita, que al ser leída detendrá al tiempo.

Cuenta una historia antigua, del país del desierto sin final, que un día un poeta harapiento llegó desde los confines del reino a leer al sheik la palabra absoluta, un conjunto de sílabas que unidas de cierta manera contendrían toda la verdad del mundo. Una sola palabra para nombrar el conjunto infinito de seres, formas o colores, una palabra fuera del lenguaje, fuera del tiempo.

Los preparativos duraron una semana y desde las ciudades vecinas vinieron los nobles de la casta guerrera, con las mujeres más respetables del reino, a escuchar la palabra que habría de contener la totalidad de la existencia.

El poeta, un tipo de mirada vacía y andar torpe, llegó ayudado por 2 guardias a las escaleras de piedra, ante las cuales estaban sentados todos los nobles, mirones, guardias y hasta un par de brujos, temerosos de las consecuencias de lo que fuera a decir el extraño del que tanto se hablaba.

El poeta, alisó las ropas, desacostumbrado a semejantes ornamentos, carraspeó un poco e inhaló profundamente, como si en ello se le fuera la vida. Luego, sin mayor preámbulo gritó la palabra.

Fue un grito corto y agudo, que resonó en los oídos de los nobles por algunos instantes. El salón empezó a llenarse de murmullos, y el sheik se levantó de inmediato.

Al día siguiente al salir el sol, el poeta era colgado en la plaza central.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2015

Siempre he sido un lector de historietas. Es algo que mis padres inculcaron en mi desde que tengo uso de razón, y por eso les estaré agradecido toda mi vida. Tuvieron la delicadeza de escoger zagas con un gran contenido y mensaje. Una de esas series, y probablemente la que más disfruto todavía es Tintin. Las aventuras un poco ingenuas de un joven periodista que recorre el mundo y descubre una infinidad de maravillas en tiempos del boom económico de la postguerra.

Junto a él, el capitán Haddock recorrerá el mundo compartiendo hazañas y humorismo con el protagonista de la zaga. Es sobre todo este personaje el que me transmite más emociones y empatía, pues es un marino mercante, perdido en un severo alcoholismo, que después de conocer a Tintin decide embarcarse en cualesquiera aventuras se presenten, eso sí, sin dejar de viajar con maletas repletas de whisky loch lomond, y con un espíritu de heroísmo que irá in crescendo a lo largo de la serie. Incluso, en los volúmenes finales de la serie, Haddock se ha convertido en un socialité, viviendo en un enorme palacio de Francia.

La serie nunca terminó, pues Hergé dejó un último volúmen incompleto. Tintin y el Alph-Art. Trata una serie de aventuras citadinas, algo nunca visto, entre el par de héroes y su perrito Milou. En esa historia, se involucran en un enrredo que implica trato con artistas modernos y tráfico de piezas o algo así. Cuando Hergé murió, sus bocetos salieron a la luz pública y varios dibujantes se aventuraron a tratar de terminar la historia imitando el estilo y el humor de Hergé.

Cuál sería mi completo asombro, cuando hoy di con uno de estas obras apócrifas, y encontré que la mitad de la historia, Tintin y el Capitán se encuentran maniatados y bajo constante amenaza, sólo para ser ahorcados junto a un risco y “salvándose” de milagro. Lo digo entre comillas, pues el nivel de explicitud que logró el demente dibujante que recreó la historia, supera por mucho la tolerancia de los fanáticos originales hacia escenas de violencia, y más en torno a los héroes con los que crecimos.

Basta decir, que mi visión de la serie entera se vió afectada negativamente. Por un lado, puedo sentirlo como un final burdo, que me aleje de mis fantasías tan acostumbradas al ir a cagar. Pero no puedo dejar de pensar en que esos personajes merecían ser inmortales al grado de nunca sugerir envejecimiento, o disminución de energía en ningún sentido.

Es más, las últimas aventuras que Hergé plasmó probablemente sean las más dinámicas y entretenidas, como para dejar toda la serie terminar en una ciudad de Europa, entre galeristas y museos, y nuestros héroes, que habían capturado a Al Capone y superado sacrificios prehispánicos en Perú, fueran a dejarse superar por un mafioso armado.

Me enfurece, y siento que Internet me la ha cobrado por estar tratando de responder a todas las preguntas siempre y sin de verdad necesitarlo.

Hay que valorar la ingenuidad de vez en cuando.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2010

Un antihéroe 

Un antihéroe que caza a los ladrones de los cajeros, porque actúan bajo sus propias motivaciones y siembran el desconcierto en la industria de la economía. 

Pero cuando los ratas dejan momentáneamente de robar, él se encarga de llevara cabo los golpes y robos contratado por los bancos. Es el tipo que alimenta el miedo de las campañas de proteger tu dinero con un pequeño seguro activado desde el cajero.

Millones reditúan al banco con cada asalto en una nueva colonia, pero si la tasa comienza a subir en cierta zona, el rata come ratas sale a las calles y se deja asaltar como carnada, y luego ¡pam!

 

El grito de los gallos

El grito lastimero de los gallos,
Asemeja el mundo a su alrededor,
Y resulta casi una advertencia,
Para el resto de las aves.

 

El bar temporal

Hacer un bar temporal colado en obra. Varillas preparadas durante un colado que se van a cortar después. Lo preparas durante meses. Cuelas un jueves, cimbra propia, todo mundo se va a dormir, y el sábado descimbras con carpinteros de confianza. Empedas con los amigos y en la tarde destruyes con cinceles. Pensar en la app de seguridad. Explorar esos límites, acotarla para hacerla accesible a todo mundo. Segura y masiva. Dependiente de esas 2 variables.

 

La eutanasia vehicular

El mecánico en jefe te da la mala noticia, no hubo nada más que pudiéramos hacer. La pérdida en tiempos del encariñamiento con un vehículo inteligente con el que se comparten grandes momentos.

 

Un pequeño acto vandálico

Llevar un coche a punto de descomponerse, una carcacha a verificar. Al entrar en la fila ppal se baja uno con las llaves, sale a la calle y se va. Dejando olvidada la carcacha, provocando un desmadre en el verificentro.

 

— por Andrés Rozada Diego Fernández

Estoy con Jp y Gini en el Pompidou viajándome con las instalaciones y me doy cuenta de que no tengo idea como estuvo el vuelo de WamosAir. No recuerdo nada en lo absoluto al respecto. En ese instante digo: “esto es un sueño”, y ante los ojos maravillados de Gini despego y me largo de ahí.

Vuelos y vuelos, aventuras en un metro extraño que llega a una estación medio abandonada de NY. Dos tipos se me quedan viendo raro. Uno de ellos parecido al maya que cuidaba animales en Xplor. Debe ser porque decidí pararme en el muro del vagón, paralelo al techo. Me quieren hacer daño, según yo. Y eso es porque Gini me había advertido que si es un sueño, no debo de ver a la luna (fue lo primero que hice después del Pompidou).

Luna llena hermosa. Me dan algo de miedo esos dos, y me paso al vagón delantero hasta llegar con el chofer que es un negro inmenso y le digo que me quieren hacer algo dos tipos que me están siguiendo con harto interés. Me dice que en ese tren nunca jamás ha habido problemas, y me enseña la foto de un hawaiiano sonriente vestido de rojo con una expresión similar a Óscar Espinoza Jr, vestido de rojo, campeón de MuayThay y amigo suyo que al parecer mantiene el orden ahí. Le digo: “es en serio, me quieren chingar”. Para el tren, me bajo, los dos tipos se bajan y en eso los sigue el hawaiano. Le digo y empieza como a hacer un performance karateka que obviamente sale mal, y se rueda de una colina, enredado en su propia ropa. Muy cagado, eso basta para que los dos malos rompan en risa y empiecen a cotorrear conmigo. Dicen que lo que pasa es que me vieron volando dentro del tren y que quieren ver quién soy. Les digo que soy un dude que anda soñando y despego de ahí.

Acto seguido, estoy en el jardín con dos japonesas lindas. Cotorreando. Me dicen que ellas hablan una inglés y la otra japonés. Les pregunto si el universo tendrá un salón lleno de traductores de sueños, porque les explicó que yo las oigo en perfecto español.

Reímos. Y una de ellas me truena un grano en la cara que me dice me llevará hacia adelante. Luego hay un episodio extraño con dos gatos, hay mucho cariño y de pronto una chiquita que se parece a la pioja se siente mal o algo y aparece una araña, luego otra y al rato hay como 20 arañas entre las plantas. Yo conservo la calma y vuelo en lo que regresa el gato más grande. Supongo que habrá sido un aviso de pesadilla, o algo así. 

Acto seguido, tal vez, ¿estoy con Gini y Alex? O, ¿Paola y Ale? Son dos hermanas en su casa jugando tenis en la sala. Esto es un sueño así que el tenis es volando y de cabeza, pelotas al techo y sensación de flotación particular. Poca madre.

De repente le pegamos un pelotazo al estéreo y se aparece un papá al estilo Peña Nieto diciendo que le había avisado el fabricante con una alerta que habíamos jodido su aparato. De hueva.

Me despierto, al cambiar de posición en la cama. Estoy un poco dolorido por llevar un rato en la misma posición.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2016

La Ciudad de México está atestada de pedazos aislados de civilización forzados a convivir con una infinidad de objetos en un entorno ajeno a su realidad original. Esta amalgama visual y espacial es el contexto en el que Xipe Tótec, una intervención escultórica de Thomas Glassford, viene a establecer su discurso, fungiendo como un nuevo protagonista de la ciudad.

Esta obra, que cubre las fachadas de Centro Cultural Tlatelolco y que está conformada por una red luminosa a base de LED, podría ser vista como un remanente inverso, o un precursor, de una cultura que está por venir y que atinadamente surge en una cabecera de la Plaza de la (todavía) Tres Culturas. La compleja retícula de luz está diseñada sobre la base de las proporciones de la geometría precisa de los cuasicristales. Estas estructuras atómicas aperiódicas fueron descritas por los científicos occidentales apenas en 1984, pero sus formas geométricas ya habían sido utilizadas cinco siglos atrás, en la época medieval, por arquitectos islámicos. La polémica generada por la improbabilidad de que este conocimiento se encontrara plasmado en el arte mucho antes de que la ciencia llegara a constatarlo es un ejemplo rotundo del perpetuo menosprecio de los logros ajenos.

En este sentido Xipe Tótec hace uso de un debate aparentemente externo que, al insertarse en la ciudad, genera un discurso propio manifestando la vigencia de la eterna lucha entre culturas. El nombre azteca de Xipe Tótec (Nuestro Señor desollado o Bebedor nocturno) refuerza el carácter atemporal de la obra, al tiempo que le confiere un simbolismo acorde a su ubicación. Según la mitología azteca, Xipe Tótec se quitó la piel para alimentar a la humanidad, y en las ceremonias en su honor, los sacerdotes vestían las pieles de sus enemigos. La intervención de Thomas Glassford es una piel que viste un edificio de otra época respetando su esencia original y extendiendo su carácter icónico a los confines de la noche.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2010
publicado en Tomo Arte, Arquitectura y Diseño

José Ignacio Nuño

Mistic – Óleo sobre madera

“Te extrañamos todos los días mi hermano. Te pinté entre risas, reflexiones, llanto y todo lo que provoca tu recuerdo. Gracias por todos los momentos que pasamos juntos. Ahora tienes un lugar permanente en mi casa para que me sigas recordando cómo ponerle huevos a la vida.”

— por José Ignacio Nuño, 2017
jinuno.com

Como seres de la actualidad, estamos subyugados a la percepción visual. Tenemos una seria dependencia hacia las imágenes y esto nos aleja de la realidad absoluta.

En el desierto, durante el día, percibimos las plantas, las dunas y el cielo desde una perspectiva sobresaturada de ejemplos, y por lo tanto demeritamos lo que vemos, y por consiguiente, desaprovechamos la experiencia del desierto en el día. Cuando todo está vibrante de vida. Tenemos que esperar a que caiga la noche y nuestra vista empiece a menguar para realmente apreciar la intensa belleza del lugar. Cada planta necesita ser inspeccionada y reconocida otra vez como si fuera la primera, y es entonces cuando el carácter sagrado del desierto empieza a presentarse de forma sutil pero consistente.

Incluso, el éxito de la misión de autoexploración muchas veces está sujeto a nuestra experiencia visual. En otras palabras, la conjunción de los sonidos, la temperatura, la vista y el estado de salud generan un entorno sensorial que supone la plataforma desde la cual la exploración será llevada a cabo. Dado que altera drásticamente la percepción óptica (generalmente en sentidos diametralmente opuestos a los estándares estéticos contemporáneos), nuestra plataforma de exploración parece ser afectada negativamente. Si hacemos caso omiso de las imágenes que parecerían atormentarnos, encontraremos que el trasfondo general de la experiencia consiste en la armonía del sujeto con el entorno. La armonía del guerrero con el desierto. Y esto, va mucho más allá de lo que podamos ver. Es un estado absolutamente espiritual. Un vínculo que se hace antes de llegar siquiera a las montañas que anteceden al desierto.

Mi experiencia en este 31 de Enero del 2009 consistió en saber que las energías que imperan en el desierto apreciaban mi ofrenda y sacrificio, que a través de mi ser podían ver mi vida, y lo que veían les gustaba. Al menos eso fue lo que sentí cuando intenté sintonizarme con las fuerzas superiores.

Mi sacrificio fue mi propia vida. Llegué al desierto dispuesto a aceptar mi muerte si esta llegaba. Y fui recompensado con la vida.

Ahora sé que mi vida ha sido digna, he llevado una existencia verdadera, insaciable en la búsqueda.

Mis amigos lo demuestran. Estoy rodeado de guerreros.

Estoy feliz. Otra vez, como siempre.

— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2009

explorando, resistiendo, engrandeciendo mi centro y al resto amacizando, construyendo demoliendo, en el descanso caldeando, auscultando, leyendo, protegiendo y cuestionando, cazando historias como la mía y ronroneando en mi guarida, percutando y fusilando, no corriendo, nunca frenando, disfrutando aún neceando, sentenciando y cabuleando, apuntalando, soñando, a escondidas cantando, revelando efectivamente, rebelando indiscutiblemente, enardeciendo sólo siendo y desde siempre eternizando. Mistiqueando ando. Mistiqueando voy.

[33 VERBOS]

Al leer esas historias de ficción que alguna vez llegamos a compartir, me dio por reflejar a los seres y personajes fantásticos en la ilusión que es esta realidad en la que coincidimos. Tú eras el místico, aquel al que siempre había que escuchar con atención. Tu paradoja existencial, la cualidad innata de la inmortalidad, hoy encarnada en el impulso de vida y fuerza que nos mueve a todos y cada uno de los que tuvimos la oportunidad de cruzarnos en el camino de Andrés Rozada. Que tu paso en esta dimensión nos impulse a todos a dar los siguientes con la misma convicción y pasión de tus palabras y tu mirada.

Brieuc Martin-Onraët

Beauty comes in many a guise.
He loved Beauty.
Mayhap, ‘tis why they loved one another.
For both were beautiful, inside and out.
Some say they were mimetic
Each reflecting the other.
I believe they were symbiotic.

When he saw Gaudi in Barcelona
He decided he would be an architect
For the beauty of lines.

He loved books. So did I. Did we.
What can be more beautiful
Than a book? Well-read. Worn-out.
Full of sand and grime.
Or leather-bound from centuries past.
We both liked Paul Auster and
Frank Herbert’s Dune, the desert planet.
He knew all about Muad’dib and
The Reverend Mothers of the Bene Gesserit :
I must not fear.
Fear is the mind-killer.
Fear is the little death that brings total obliteration.
I will face my fear.
I will permit it to pass over me and through me.
And when it has gone past I will turn the inner eye to see its path.
Where the fear has gone there will be nothing.
Only I will remain.*

He loved music from Jazz to Radiohead
To Blues to Dépêche Mode…
Music is one of Beauty’s incarnations.

He’d found that secret place at the end of the world.
Finis Terrae called The Capes.
Cabo San Lucas to the West
San José del Cabo to the East.
If you sail down straight on South
You will reach Antartica.

He liked graphic novels.
What the French and Belgian call BD,
Bande dessinée. The ninth Art.
He admired French artist Moebius
Aka Jean Giraud. A most talented sketch artist,
Moebius-Giraud would have drawn The Capes well.

His keen, bright eyes observed the world
Twice as much as he talked.
Most talk twice as much
As they should.

He’d come to the Capes with a few friends.
He so loved Friendship, another name for Beauty.
A big reddish house, with a large terrace
Overlooking the Sea of Cortez
Wild hares springing about in the nearby desert.

Dune might have looked so:
Arid, dry hills sloping down gently towards the sea.
Meagre shrubbery. Lone cacti.
Many birds. Of all shapes and hues.
He knew the names of all birds of prey.
Hawks, falcons, eagles.

I saw an eagle ten yards away
Gliding low above the beach.
Two feet wide. Almost black from head to talons,
The tips of each wing creamy white
As if the eagle wore gloves.
I don’t know the eagle’s name.

He’d found a lone beach at the end of that world.
Half an hour’s ride on a dirt road.
A small beach, two or three hundred yards wide maybe?
To the right, a low rocky hill tumbles into the sea.
To the left, a sandy hill, all cracked and parched by the sun
Leads you to the second beach.
No one there. Just the sand.
Bits and pieces of a dying coral reef.
And a gentle sea crashing softly.

There are fairy chimneys everywhere
On the slopes of the desert.
A line of rocks closes the beach to the left.
A beach? A creek, really.
This one and a few others form a necklace
Of beaches into a wider bay.
The Beauty of the sea.

They sat on the white sandy beach.
Old friends chatting, laughing or saying nothing
As only good friends can enjoy silence.
They may have played a game or two of football.
What the entire world calls football
And only a handful insist on calling soccer.
He was a good player, came back every Sunday
With his fair share of cuts and bruises.
They talked, and smiled, and laughed.
Watching the eagles and the sea.
Happiness is another name for Beauty.

As the afternoon lingered away
Some set out for a stroll.
He went swimming.
He was a good swimmer
And liked to snorkel around
In the crystal-clear shallow waters.

But Death, the eternal jealous enemy
Was hiding in the beautiful sea
And took him away from the woman he loved.
From all who loved him.

 

In loving memory of our Son-in-law, Andres, who left us in Los Cabos on May 6th.
Au revoir Andres. There are no other words to say but Au revoir.

— por Brieuc Martin-Onraët, 2017
publicado en equinoxio21.com

A Chanek:

Tengo que admitir que desde que te fuiste he estado en duelo, y que mi duelo más fuerte fue haberte descuidado por tantos años … típico de vatos, “pos cada quien se rasca como puede”. Me encantaría poder invitarte un mezcalito y “ponernos al día”.

Por eso llevo tiempo redactando un poema, se ha convertido en mi obsesión… quisiera capturar un poco de la esencia de nuestra amistad, para que cuando el tiempo pase y las memorias se diluyan, siempre quede un texto que la reviva.

Llevo meses colectando y tomando notas en mi cabeza de símbolos, eventos, textos, pensamientos.

Al poema he buscado darle un poco de carácter prehispánico, recordando nuestro viaje por el mundo maya y nuestro gusto y admiración por las culturas antiguas.

De hecho, hace no mucho leí un texto de unos artistas de origen zapoteco “nuestros antepasados pensaban que las personas y animales comparten un espíritu”. Varias culturas en el mundo creen en este vínculo sagrado, y me queda muy claro con quien compartes tu espíritu, pues es un hecho que tu muerte ha dejado una marca en tu vida.

Esto me llevó a rascar un poco de las culturas hawaianas (la leyenda de Mano Kanaka) y neo zelandesas (la leyenda de Paikea el jinete de ballenas) que muestran esa intimidad del hombre con el mar y los animales que lo navegan. Incluso me he “empapado” un poco del “México Pelágico”, que yo desconocía era tan rico y tan diverso.

Me parece impresionante que de todos los mundos que pudiste escoger, escogiste un mundo que aún continúa retando y sorprendiendo a la humanidad. Un mundo lleno de misterios y magia.

Además, fue un mundo que inexplicablemente a los dos nos llamó, de alguna u otra forma. A pesar de haber crecido en un lugar árido y lejos de la costa, el agua nos ha unido. Ya fuera con múltiples viajes a la playa, con actividades acuáticas como el remo, o compartiendo aventuras de alta mar.

Obviamente el poema también trata de capturar lo trascendental e inexplicable. Aquello que perseguíamos al seguir tradiciones espirituales como fue nuestra búsqueda del jicuri en el Wirikuta (lugar sagrado huichol).

Carnal, tal vez no fuimos los cuates que siempre nos buscamos, ni confidentes, tampoco recuerdo muchas largas charlas, de hecho, creo que éramos más propensos a caer en silencios. Pero disfrutábamos de nuestra compañía, sobre todo cuando involucraba un viaje a la naturaleza, a lugares “exóticos” o “místicos”.

Siento que, sin conocernos mucho, siempre compartimos una conexión; la cual no soy capaz de explicar, y que realmente no hacía falta más que vivir la vida, sin darle muchas vueltas y sin mucha necesidad de platicarla, mejor usar la imaginación y explorar el potencial humano.

Buscando en mis correos, me encontré estos textos en específico que me gustaron mucho, y que me los enviaste durante mis afortunados viajes de navegación por el Atlántico, me recuerdan perfectamente tu personalidad y tus añoranzas:

“me resulta muy agradable pensar en que por lo menos tu estas cruzando el charco, rifándote en la tormenta y durmiendo de la verga. Espero que de menos ya estés considerando el tatuaje del ancla. no sabes lo rifador que es con las chicas, y creo que se va a poner de moda otra vez en unos años.”

“y también seguro vas a estar pensado chingos de mamadas. muchos escritores han sido marineros, se supone que la falta de contacto con tierra te hace cosas en la cabeza. te llevaste algún libro bueno?”

Pues hoy por hoy, el rifado eres tú, y por eso te he dedicado este poema que pretende transformar esa muerte catalogada como trágica, en algo más mágico y con un significado mucho más profundo. Haciéndole así, honor a tu apodo “Mistic”, que no por nada te distinguió; ya que para ti no parecía haber nada mundano, todo parecía tener un significado… ó en el peor de los casos, esas cosas mundanas le daban humor a la vida.

Homenaje a ah Xok

Eres parte del misterio del mar.
Intrigante,
tu espíritu llegó a este mundo,
muchos años antes que el de muchos más.

Depredador respetado y venerado,
protector del mundo acuático,
navegas los océanos con libertad.

El mundo es tuyo,
hay que conocerlo y disfrutarlo.

Así siempre viviste y nunca retrocediste,
Ésa no es tu naturaleza:
siempre adelante, no hay que echarse “pa trás”.

Aunque te gusta la soledad,
también te gusta estar en comunidad.
No por nada elegiste Cabo Pulmo.

Ahí no vas tú solo navegando,
hay diversidad que alimenta el alma,
hay “cultura” para la humanidad.

Tal vez nunca lo supiste,
pero en muchos libros, cuentos y piedras habitas.
Algunos te labraron en jeroglíficos,
y hasta el gran Aristóteles te dio nombre.

En la mitología eres ah Xok, señor tiburón,
Y en las islas remotas eres mano,
Te atribuyen la fortaleza, la nobleza y el poder.

Que no dista de lo que fuiste para nosotros hermano,
aquel que nunca se quiebra,
cual espartano en la batalla de Termópilas

Chinga-quedito no iba contigo,
amacizar a golpes, seguro fue tu lema
y así perder un poco el ego
que nos nubla el juicio.

Y tu humor sombrío,
de ingenio preciso y sorprendente,
cual broche de oro, encajaba de forma excepcional;
echarse a reír, era el único remedio.

Tampoco hacía falta platicar mucho,
Sólo era cuestión de ser, de estar, de viajar, de empedar.
De vivir.

Recuerdo bien nuestras búsquedas del jicuri,
Nuestra incesante búsqueda del ser,
Esos viajes en que todo simplemente funcionaba.

Jamás olvidaré, que un día, contra todos los pronósticos,
Dimos contigo en medio del Wirikuta.
en un lugar donde había más cactus que personas,
Con unas pocas pistas, te encontramos.

Mano Kanaka, hombre-tiburón
mística fue tu partida.
Buscándote, a ti mismo te encontraste.
Regresa tu espíritu,
a aquel mar que siempre añoraste.

¡Nuestro aumakua, tiburón protector, saludos hermano!
Un abrazo hasta aquel cabo donde ahora vives,
Aquél es tu Wirikuta, tu lugar sagrado
que recorres y disfrutas, que observas e investigas,
con mirada inquisitiva.

— Por Christian Beckmann, 2018

Foto de René Martinez

Feliz día… probablemente es más un día para nosotrxs que para ti porque festejamos que exististe a nuestro lado esperando que sigas existiendo en otra forma.

Feliz día, porque hace 34 años naciste y te convertiste en este ser que nos llenó de momentos mágicos, de aprendizajes, risas, amor y abrazos.

A veces siento que me muero de amor, pero aquí también siento que me das fuerza para disfrutar de esto y que me impulsas a ir más lejos: a bajar el cerro, a olvidar el miedo. Hoy estoy sin miedo. Y es gracias a ti.

Hoy habrán lágrimas y sonrisas, beberemos unas Bintangs en tu recuerdo, hablando de ti, pensando en ti, más de lo que hago cada minuto, intentando llevar el recuerdo hacia el lado menos triste. Y si va hacia el lado más triste, ni pedo, echaremos la lágrima en este paisaje que parece orquestado para recordarte.

Aquí te veo y te recuerdo, veo tu espalda en la moto, veo tus piernas, imagino que estás aquí, y que la Tronchistic está completa. Te veo viendo el mar turquesa, te siento rifándote en el camino chungo, te extraño como nunca te extrañaré y trabajo en no pensar en el tiempo que nos faltó sino en el tiempo que recorrimos juntxs, en los años que crecimos de la mano.

Trato de pensar en tu voz que es probablemente lo que más extraño de ti. Aunque miento, porque lo que más extraño es tu cuerpo, tus ojos viéndome, tu cabeza maquinando ideas. Extraño extrañarte sabiendo que siempre llegarás. Extraño tu ser, extraño viajar contigo y escribir estos recuentos contigo.

Y si bien hoy te siento más cerca que en los últimos 4 meses, tu lejanía me duele en cada nuevo escenario. En cada recuerdo que no puedo contarte.

Dicen que el dolor se irá y que podré pensar en ti sonriendo y sin lagrimas. Ahí va la sonrisa.

Hoy festejo que hace 34 años llegaste al mundo, gordo, gordo, con esas cejas que solo tú sabías portar.

Festejo que tuve el privilegio de ser tu Pochis y festejo que sé que fuiste genuinamente feliz.

Hoy prometo trabajar en encontrar esa felicidad que empecé contigo.

Te recordamos en cada silencio, en cada paisaje y cada rodada. Te amo y te amaré por siempre pero hoy siento que no dolerá por siempre.

Cierro con tus palabras que siempre atinadas dicen, “La Luz que alberga toda posibilidad de vida. Es gracias a ella que sobre todo, la vida existe. Todos los seres son bañados por La Luz de millones de galaxias en cantidades mínimas pero suficientes para decir que vivimos en un array constante de luz de estrellas. Un wifi a escala universal. Está todavía lleno de misterios el terreno, la materia, la esencia de La Luz.”

Tú eres mi luz, La Luz.

Te amo.

Feliz día que nació Mistic.

 

— Por Virginie Martin-Onraët, 2017

Una reseña que escribió Andrés después del concierto de Mogwai en junio del 2012 en el Plaza Condesa en México.

“Anoche estuvo épico de verdad.

Están muy cabrones los Mogwais. Es otra cosa verlos en vivo. De hecho sentí que es LA cosa verlos en vivo. Eso o tener unos audífonos de uso industrial para entender todas las texturas.

Es como pop y melodías bonitas detrás de un ruidazo impresionante. Como que ya superado el choque sónico, encuentras que están tocando cosas bien bonitas.

De repente, me di cuenta que estos gueyes platicaban entre sí, y el guitarrista empezó a soltar unos tonos agudos preciosos. Notas perfectas, con una nitidez absoluta. Y estaban sacados de pedo. Es que la acústica de ese lugar es casi de conservatorio según yo. Y sin ser una canción, sólo este guey tocando unos agudos la gente empezó a gritar de la emoción. Orgasmo acústico. Muy impactante. Neta me sentí orgulloso del público, y del foro. De todo. Momentazo.

Me tomé 3 chelas de a litro y un Hendricks tonic. Ese fue un pequeño regalito que me di para vivir la experiencia como se debe.

Me dio oso que si había algo de luz, se me estaban aguando los ojos. Me está pasando mucho.

¿Nunca viste una peli de Franka Potente que se llama la princesa y el guerrero?

El “guerrero” tiene una condición en que sus ojos lloran en situaciones varias.

¿Me pasará eso en unos años?”

—  por Andrés Rozada Diego Fernández, 2012