El jueves por la tarde recibí la llamada. Parecía que no era una falsa alarma. Colgué emocionado y de inmediato le marqué a Tomás. Ya era la tercera temporada de espera y nuestra paciencia estaba llegando a su fin. Esta podía ser nuestra oportunidad y no la dejaríamos pasar.
Pasó por mí después de las 10:00 de la noche con la camioneta llena de equipo. Los guías nos estarían esperando a la entrada de Ciudad Serdán. Teníamos apenas unas horas para lograrlo pues las ballenas avanzaban hacia el norte rápidamente.
Mientras tomamos la carretera a Puebla, Tomás me contó sobre su siguiente proyecto. Se trataba de fotografiar lugares de cierta relevancia siendo ocupados por gente para quienes no habían sido diseñados. La gente de limpieza en la Asamblea General de la ONU, un grupo de albañiles terminando una suite en un hotel 5 estrellas, cosas del estilo.
Tras la caseta, y con el jeep de los guías detrás, nos dirigimos hasta el campamento base sorbiendo cafés de carretera. Las radios estaban funcionando bien y contacté a Araceli para avisarle que seguiríamos adelante.
Dejamos la camioneta y repartimos las bolsas. Los 2 tripies y la comida irían sobre la espalda de Tomás y el resto del equipo entre los guías y yo. Comenzamos a subir el Pico de Orizaba a las 4 de la mañana.
El ascenso real era muy distinto a los entrenamientos. A pesar de que la carga fuera menor, la delicadeza del equipo nos hacía estar tensos. Avanzamos lentamente pero sin pausas, acostumbrados a cada tramo del ascenso.
A las 3:00 de la tarde finalmente llegamos a la cima. Desde hacía un par de horas estaba comunicándome con Araceli y los muchachos de la Universidad de Veracruz. Desde su ubicación alcanzaban a ver el volcán pues el cielo estaba despejado. Montamos con cuidado y precisión los trípodes y sobre ellos los telescopios y la cámara. Tras algunos ajustes ingresamos las coordenadas y vimos aparecer detrás de las lentes un grupo de lanchas anaranjadas meciéndose con suavidad a más de 100 kilómetros de distancia. Movían los brazos saludándonos.
De pronto, un chorro de vapor de agua surgió de entre las lanchas, acompañado por el sonido de un centenar de mecanismos.
Fotografiamos la pareja de ballenas jorobadas por varios minutos hasta que desaparecieron tras una pequeña formación de nubes que avanzaban hacia el sur.
— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2017