La Ciudad de México está atestada de pedazos aislados de civilización forzados a convivir con una infinidad de objetos en un entorno ajeno a su realidad original. Esta amalgama visual y espacial es el contexto en el que Xipe Tótec, una intervención escultórica de Thomas Glassford, viene a establecer su discurso, fungiendo como un nuevo protagonista de la ciudad.
Esta obra, que cubre las fachadas de Centro Cultural Tlatelolco y que está conformada por una red luminosa a base de LED, podría ser vista como un remanente inverso, o un precursor, de una cultura que está por venir y que atinadamente surge en una cabecera de la Plaza de la (todavía) Tres Culturas. La compleja retícula de luz está diseñada sobre la base de las proporciones de la geometría precisa de los cuasicristales. Estas estructuras atómicas aperiódicas fueron descritas por los científicos occidentales apenas en 1984, pero sus formas geométricas ya habían sido utilizadas cinco siglos atrás, en la época medieval, por arquitectos islámicos. La polémica generada por la improbabilidad de que este conocimiento se encontrara plasmado en el arte mucho antes de que la ciencia llegara a constatarlo es un ejemplo rotundo del perpetuo menosprecio de los logros ajenos.
En este sentido Xipe Tótec hace uso de un debate aparentemente externo que, al insertarse en la ciudad, genera un discurso propio manifestando la vigencia de la eterna lucha entre culturas. El nombre azteca de Xipe Tótec (Nuestro Señor desollado o Bebedor nocturno) refuerza el carácter atemporal de la obra, al tiempo que le confiere un simbolismo acorde a su ubicación. Según la mitología azteca, Xipe Tótec se quitó la piel para alimentar a la humanidad, y en las ceremonias en su honor, los sacerdotes vestían las pieles de sus enemigos. La intervención de Thomas Glassford es una piel que viste un edificio de otra época respetando su esencia original y extendiendo su carácter icónico a los confines de la noche.
— por Andrés Rozada Diego Fernández, 2010
publicado en Tomo Arte, Arquitectura y Diseño