CAPÍTULO 0.
En esta vida suceden cosas bien extrañas. Por ejemplo encontrarse a medio bosque con un libreto mal impreso que contiene un cuento de un autor –o autora, qué sé yo– de nombre:
Ceci José María, Desi Eliz Ana Guada, Jeanpa Pai Pau, Javi GermánToy BenJiman, Rafael Alex, NetoNachoIgnacio RenManolo Prisca Gabriela, Guillermo Romina Anita SofiAaron, Brieuc Branko Steph Ro SebaVal-Ana; apodado según quien firma como “AfroChinoSaltaman TitoTronchaChai TrapoChombo” del clan Kuchifinsky Mirga Beckmann FaHagerman MazaGarro Vera.
Cosa rara en efecto. Y es de lectores ilusos pensar que alguien con ese nombre no escribe con un estilo barroco, cacofónico, algo absurdo algo audaz pero invariablemente rocambolesco. Además, esto tiene algo de sentido. Soy un imán de las pinceladas más excéntricas dentro de lo mundano y la neta me sentía muy ducho siendo así: leo libros de plomeros y por igual acudo a poetas a que destapen mi fregadero.
Pero últimamente la balanza cósmica se ha volteado: lo raro es lo normal y la normalidad de hace unos meses resulta más estrafalaria que una de esos aves de dos picos de las Galápagos, tan insólitas que ahora dudo si en verdad existieron alguna vez. Así que habiendo perdido mi rasgo definitorio de ser un explorador de lo inusual, me he alejado de las ciudades confinadas para pasar los días en el bosque.
Y sin embargo el misterio, esta cualidad mística que la vida conlleva y que a cada respuesta le encasqueta otras cien preguntas, me ha seguido hasta el valle de los conejos. Este texto que les comparto posible audiencia, resume el pasado y el futuro de una pandemia que apenas lleva unos meses de ser. ¿Es acaso una profecía este impreso? O si no, ¿en qué pinche imprenta clandestina se realizó el tiraje de este cuento tan revelador como irracional?
Al pasar cada hoja cae tierra.
No, este libreto llevaba meses, tal vez años esperándome. Esperándonos. Pareciera que por poco y pudo caer en las manos de Bolaño cuando estuvo por nuestros rumbos. Ahora que lo he rescatado y se los reciclo, tienen que considerar que aunque vengan futuras pandemias, aunque se acabe esta nueva anómala normalidad y vengan nuevas inverosímiles cotidianeidades, este texto tiene mucho de especial porque llegó antes. Llegó desde una escritora, -o escritor o escritore, qué se yo- que, iluminade por los textos que le antecedieron, elucidó este momento como ninguna otra pluma y lo hizo sin buscar la razón, aunque el mundo se la diera eventualmente, al menos por un rato. Con ustedes,
EL ORIGEN Y LA CURA
CAPÍTULO 1.
Esta pandemia es la primera acción coordinada de un movimiento mundial liderado por algunas especies animales para liberar al planeta del humano. Desconocemos la totalidad de las especies involucradas en gestar enfermedades virales pero el consenso general es que los cerdos la lideran y los murciélagos, con su chillido en alto tono imposible de escuchar para los humanos pero imposible de ignorar para la mayoría de los animales, son los voceros que le dieron fuerza al movimiento.
En el organigrama animal, se le dio a la cucaracha el rol de embajadora de la pandemia. Después de un par de sesiones teóricas, se decidió que la teología hindú bajo el canon de la diosa Kali sería el dogma de esta etapa. La función de Kali en el reino material es destruir la divinidad, pero también a los demonios. Podría decirse que su función es y ha sido siempre transformar la realidad. El objetivo directo fue desde un inicio la destrucción de uno de los dioses más peligrosos y desatados de las últimas décadas, el dios de la verdad.
Las cucarachas, al igual que Kali, tienen 6 extremidades y, aunque indeseables a primera vista, realizan actos de transformación y destrucción. Sólo el 1% de las especies de cucarachas representan en realidad una plaga alrededor del mundo. La pandemia parecer ser también una campaña de marketing entomológico. Las plagas no son quien se cree, se propuso como un primer slogan para redes sociales. Por su lado, las palomas se organizaron a través de clave morse; en lo que el humano llama ingenuamente, su gorjeo. Pioneras en minar la capacidad pulmonar del hombre, lo aprendido en Nueva York, se perfeccionó en Venecia y se exportó al mundo. La fusión de su mierda y el concreto, inhalada disimulada y constantemente, acabó por dejar la mesa puesta para que un virus mediocre destrozara gargantas. Dichosas, ahora aguardan su turno para dominar el mundo.
Días después del brote inicial, un software capaz de lectura de labios liberó un plug-in para cerdos, el pig-lip Reading. De ahí que se pudiera extraer este intercambio en la granja cuartel en China continental.
-Se lo juro, capitán. Se los están comiendo.
-Me lo temía. ¡Malditos!
-Los humanos nos engordan y matan devorarnos. Los sádicos nos llaman “carnitas”.
-Qué crueldad. Tenemos que pasar al plan de emergencia.
-¡No capitán! Es muy extremo. Los humanos no van a resistir.
-No me importa. No tolero un día más de este asqueroso planeta en que nosotros somos su comida.
El cerdo rompe con su pezuña una probeta y suelta un guarrido como de risa malévola.
-Y mientras ellos se encierran, rescataremos hasta al último de nuestros hermanos cerdos.
Otro batallón clave desde el inicio fueron los felis silvestris catus. Y es que en el futuro los gatos – estos alienígenas que siempre han vivido entre nosotras y que tomamos como animales de compañía aunque en realidad están aquí para observarnos y juzgarnos- dominan la tierra. El COVID-19 no es más que una manifestación de ese futuro que vino a enseñarnos un par de lecciones felinas esenciales:
– Nada bueno puede salir de un vegetariano y en el futuro faltará agua, así que estos tiempos son para aprender a auto-lavarse (¡lámete!) y empezar a hacerse a la idea que no puede ser tan malo ir al baño en una caja de arena.
Pero los animales cuentan con aliados tan sabios como ellos mismos y tan idiotas como sólo ciertos humanos pueden serlo.
Fue en un mercado chino donde en lo que claramente es parte del ataque coordinado aparece un señor, chaparro, panzón y de ojo rasgado. En este callejón, el vapor no salía de las coladeras, sino más bien emanaba de las ollas de todo el hervidero de los múltiples puestos amontonados. Este hombre murciélago, glotón y garnachero, con su sofisticado equipo de ollas, utensilios de cocina y su nuevo celular Ay Güey tiene un apetito fiero y una flora estomacal más feroz que la de cualquier cucaracha. Su debilidad más grande son las exquisiteces exóticas como el dumpling relleno de ala de murciélago acompañado del no tan jugoso caldo que se hacía con el resto del cuerpo del murciélago.
Al disfrutar esa delicatessen, el señor murciélago se re-ajusta el cinturón y escupe a un lado, seguido del eructo más temible que la ciudad jamás vio. El daño quedó hecho, con su calculado eructo el señor murciélago lanzó, en pacto con la fauna mundial, su castigo a la sociedad viciosa y detestable que lo rodea. El gran señor murciélago, Lord Rhinolophus Ferrumequinum se limpia la baba con el antebrazo y alza el puño clamando justicia.
Esa misma noche en el laboratorio de infectología de Wuhan, su compadre, un químico chino bolacho, se hace el confundido y mezcla la probeta del pangolín con la del murciélago y le mete doble dosis de RNA polimerasa. Todo con el fin de ganarle una apuesta a estudiantes de medicina que jugaban bio-ruleta rusa con shots de placebos mezclados con uno con virus. No obstante, temeroso del cóctel que recién creó, toma su anforita de baijiu y cierra el laboratorio con candado.
Sin embargo no contaba con que el director Woo por fin se había decidido a iniciar los trabajos de remodelación e iniciarían con la nueva red de Protección Contra Incendio. Mientras un equipo iniciaba con las preparaciones de la tubería afuera del edificio, la cuadrilla de Ming y su ayudante Qiang entraban al laboratorio para comenzar con los trabajos. Como buenos albañiles que eran, no tardaron ni 15 minutos en montar la sacacorazones para comenzar a perforar las trabes por donde pasaría la tubería nueva. Qiang le preguntó a Ming si podría llevarse algunos corazones para su casa para usarlos como adornos, pues esos corazones eran de los buenos, de 12” de diámetro. Media hora más tarde, habían terminado con la primer trabe, quedaban 19 más. Cuando estaban perforando la doceava trabe, escucharon un ruido que les heló la sangre. Ming volteó a ver a Qiang, quien tenía el rostro desencajado de terror y le pregunta: – “Qiang, en que pasillo estamos?” a lo que contestó el aterrorizado ayudante: – “En el pasillo #6 jefe…” No había terminado la frase cuando el laboratorio comenzó a colapsar. El área de mayor riesgo de todo el laboratorio, donde almacenaban las cepas de virus más peligrosas, se les venía encima. Qiang, inexperto, había interpretado mal el plano, tenían que trabajar en el pasillo #9.
A miles de kilómetros, en las faldas del Gangkhar Puensum, situada en el reino de Bután y nunca conquistada por los seres humanos, se descubrió un laboratorio de biotecnología que preserva a más de 1,500 variedades de virus en el que cientos de tibetanos han estado trabajando por 19 años, con el fin de lograr asesinar al presidente Xi Jinping. El virus COVID-19 buscaba llegar a la casa del presidente en Taipéi a través de una caja llena de suculento Nian Gao, pero el mensajero, Zhao, sucumbió a la tentación y se los comió. La gula de Zhao esparció el COVID-19 por rutas que la revolución animal jamás contempló.
Y porque la fortuna sonríe a los dichosos, es que las coincidencias existen. Muchas de las cuales arrancan su trayectoria mucho antes de que estalle la magia. El 17 de julio de 2019 el Oficial de Segunda Lee To Ming fue asignado al buque tanque Ku Yu Cheung, encargado de abastecer de combustible a los navíos del Pacífico occidental. Este tipo de buques cumplen una misión secreta, por lo que deben surcar las aguas sin la ayuda de instrumentos de navegación que puedan delatar su posición.
El buque tanque Ku Yu Cheung y sus 17 millones de litros de gasolina navegaban a ciegas por el Pacífico oriental. Tomaban Micronesia como referencia, buscando ubicarse en base a sus islas sin invadir sus aguas, una tarea harto difícil sin georreferencia satelital. Tal condición llevó a la embarcación a pasar, sin percibirlo, por el Atolón de Enewetak y la fatídica isla de Runit.
La isla de Runit alberga “La Tumba”, un ataúd de desechos radiactivos fruto de las pruebas nucleares llevadas adelante por Estados Unidos en Enewetak entre 1946 y 1958, y particularmente del ensayo conocido como “Cactus” del 6 de mayo de 1958. Con una profundidad de más de 9 metros, una capa de cemento Portland de más de 50 cms de grosor y aproximadamente 73.000
metros cúbicos de desechos radiactivos, incluido plutonio-239, más que una tumba estamos hablando de una bomba de tiempo, del yugo espectral de una guerra descongelada, del residuo de un milenio megalómano que derrama en el presente. Los manjares consumidos en el Ku Yu Cheung no eran el fruto de una caricia divina, sino más bien de la sutil pero implacable
radioactividad de las aguas Enewatekas.
Cumplidos sus 3 meses de servicio el Oficial Ming regresó a su amada Wuhan, al abrazo de su familia, a sus hábitos y costumbres. La satisfacción del deber cumplido sirvió de excusa para que Lee To Ming se permita un caricia gastronómica, por lo que se dirigió al mercado Huanan en busca de su manjar preferido, una torta de ingle de res y rábano en vinagre. La disfrutó como nunca, para Ming no hay delicia que le llegue a los talones a esa orgía de suavidad y crocancia. Lo que no supo reconocer debido a sus 3 meses en altamar, es que no era res sino Pangolin.
Dicen que cuando la mesera Li Xiu Ying tomó el pedido de Lee to Ming se equivocó y al registrarlo debido a la mala señal celular (una pobre red 4G –como las de antes-) mezclada con el ruido del mercado. En lugar de escribir ⽜⾁腹股溝 (ingle de res) escribió 蝙蝠腹股溝 (ingle de pangolín). En sabor y crocancia la variación es mínima, pero no en las bacterias que habitan en estos retazos de proteína que las moscas chinas degustan a sus anchas en cualquier mercado.
La caminata de vuelta fue particularmente placentera, la brisa fresca del invierno empezaba a asomar, pero qué mejor para Lee to Ming que esos días de sol con frío para ir con sus amigos a brindar por el reencuentro. El 27 de octubre comenzaron los primeros síntomas. Los pangolines, seres astutos, informados por una tropa de carpas koi que surcan las aguas dulces y saladas de la región, optaron por no aclarar la confusión y dejaron que se esparciera el rumor sobre la teoría del Pangolín. Siendo el animal más traficado del mundo, el miedo irracional humano a contagiarse por comerlos, finalmente pondría fin a su condena.
Semanas después salió un reportaje sobre el “Grupo de Científicas Feministas Radicales Libres de Wuhan” encabezado por la “mesera” Li Xiu Ying que, en alianza con los pangolines habían diseñado el virus inicialmente para contagiar fatalmente solo a hombres (principales devoradores de pangolines), pero un error fatal en la secuencia había cambiado el virus causando que los planes salieran ligeramente diferentes.
Pero aún aventajados con estos fortuitos avances, por supuesto que los cerdos y pangolines negociaron con Vladimir Putin para poner en el ring a China vs Estados Unidos. Aunque quizás no contaban con el espíritu de diablo del líder ruso que aprovechó para también destruir el precio del petróleo.
Sentencia Vladimir para Moskovskaya TV: “Se ha reunido la junta extraordinaria. No les hace gracia el cambio -imperceptible para el ojo no entrenado- que hemos tomado de pasarnos de listos a pasarnos de pendejos (cuestión de matemáticas exponenciales más que otra cosa). En cualquier caso, es necesario cargar la balanza una vez más. No hay mundo que alcance para tanto cagadero y si en algo hay consenso en la junta es que a nadie le gusta en realidad comer carne hecha de plantas. Además, el cohete del científico gordito no ha acabado por despegar, seguimos con todos los huevos puestos en la misma canasta. Necesitamos un plan C.”
Los discursos de Vladimir, Jinping y el siempre cotorro Kim Jong-Un dieron pie a las teorías redditeanas de que el génesis de la Pandemia es un acto de guerra man-made. La definieron como una jugada de ajedrez en la cuál se sacrifican algunos peones para desestabilizar a Estados Unidos, desestabilizar a Nueva York y terminar con la hegemonía de la OPEP.
Y esto se alinea perfecto con threads del dark-deep-web de Reddit en el que increíbles fans de Star Trek señalan similitudes hyper precisas entre los acontecimientos mundiales incluyendo la explosión de Krakatoa y la Pandemia y declaran que ya es seguro que va a haber una guerra Mundial en el 2037 ya que todo ha sido casi exactamente igual a la trama de la saga. El Covid sólo fue el equivalente a Franz Ferdinand.
Lo que resulta innegable es que hubo advertencias; quien sabe si de origen humano o porcino. Y más grave aún, estuvieron siempre a nuestro alcance en innumerables espacios editoriales: Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. En un reacomodo, se lee en un latín pulcro una advertencia sobre la catástrofe que un microorganismo familiar del tardígrado traería a la raza humana.
Y ese es sólo uno de tantos textos premonitorios. “Vivimos en Persépolis. Poblándola a la expectativa de un desastre que ya ha llegado….”, o … “Todos deseamos ser alguien, sin saber que el solo hecho de ser es maravilloso…” en estos y otros pedazos creados por la misma pluma chilanga es que se vuelven patentes esas cosas que pasaban desapercibidas y no las apreciábamos en su justo valor.
En esas primeras semanas, varias plumas, aún arrinconadas llegaron a publicar cuando aún era legal. Tales son elegías como esta llamada ‘El Zape’, redactada para sublimar el dolor que se propagó en el planeta: Inusitado ardor en la parte trasera del cráneo. Brusca sacudida para alguien que solamente esta manteniendo su lugar en la fila, con la debida distancia dispuesta por las autoridades, del largo de un brazo. Incertidumbre, prioridades efímeras y una ansiedad latente mientras cierro los ojos por el golpe. Pienso en quien fue pero nadie sabe, nadie vio. Recobro el sentido, me paro firme para no caerme y lentamente abro los ojos. Doy un paso para romper la fila.
O este poema que salió publicado en el último tomo del libro vaquero: Destapé un Four Loko, me lo acerqué al oído y pude escuchar una generación en llanto por no poder pagar la renta. Destapé un Kosako, me lo tomé de un solo trago y pude ver una generación que se pinta y se arregla para quedarse sola en casa hablando por Zoom. Destapé una caguama y mis lágrimas rodaron sobre mi cubrebocas.
Pero el sentido común es un valor subjetivo, y así como los literatos afilaban la lengua, los programas deportivos se descarrilaron en teorías quiméricas de corrientes blaugranas. Dice el pelirrojo comentarista refiriéndose a la última final del Real Madrid: “¡Ahí empezó todo! Yo vi cómo durante el partido, los aficionados del Real Madrid se ponían coronas pensando que eran los reyes del mundo. Y luego, les cayó un rayo (así como cuando los power Rangers gritan “mórfosis” y se convierten en Power Rangers), y todos se empezaron a enfermar. Creo que fue como una venganza, no sé, es que no está padre eso de sentirse los reyes del mundo.” ¿Tan lejos habría llegado la insurrección de las bestias como para aliarse con el clima y atacar quirúrgicamente a la odiosa afición merengue?
Con ese mismo rayo, del otro lado del planeta, a Don Ramón se le escapó un moco en la sopa justo cuando gritaba el gol de su amado Necaxa. Uno de esos descuidos que terminaron en la garganta de Sun Rei y evolucionó en éste bicho silencioso y letal que nos hizo revivir la importancia de cada uno de los puntos del manifiesto del unabomber. En un retwit Messi le daba peso a estas teorías, por amante de la naturaleza o por culéi ardilla, quien sabe.
Lo único que por ahora podemos descartar es que el gobierno de China es el creador del virus, soltándolo de forma controlada en su población, y luego dejando que se fuera al resto del mundo unos meses después; mientras todos están en cuarentena con sus economías colapsadas.
En cada lugar del mundo hubo aventuras que en otro contexto serían imposibles. Y México no es la excepción por supuesto. En la esquina de la Forestal con la México-Xochimilco, un ilustre setentón de nombre Don Félix hace una larga cola por unos tacos. Cada minuto que pasa su hambre consume más y más células grasas, que hacen espesa su sangre, hasta salivar un líquido que genera un hedor que con el tapabocas es insoportable.
En la tele, como en todo buen changarro: hay videos de gruperas o de hip hop chololteca. Un tipo de rastas y braquets, enfundado en la del León estampada con Ayipey, rapea a cámara.
Tipos pedos confinados se caen por el balcón
Delfines bioluminiscentes pasean por el malecón
Las fiestas cibernéticas forran a Zoom
Mientras los Jaguares pasean por Tulum
Monos, jabalies, águilas, de vario tipo y color
Salen a dominar ciudades y alrededor
Fenómenos virales y bacterianos por fin sacan el cobre
Revirtiendo el equilibrio mal instaurado por el hombre
Para poder regresar al orden del caos
Hay que cambiar ecuaciones que creamos
Aunque implique deshacerse de muchos
Esta corona no distingue entre majos y machos
Ojos vemos cubrebocas no sabemos
Vivimos lo más cercano que hemos tenido al apocalipsis
La falta de control genera crisis
Sin remedio ni vacuna nos re-entendemos.
Cualquier distracción se vale con tal de apendejar el hambre. Llega el momento y Don Félix pide 5 tacos surtiditos – la clásica más no por eso menos asquerosa orden de 5×45 siempre era una ruleta rusa. Mientras ve cómo se los preparan observa de frente al taquero, a su derecha ve a una doña que platica con su compañera de trabajo, y le comenta “imagínate manita, que le dijieron que lo iban a correr por que le dio la COVID-19, ya ni te puedes enfermar de estas chingaderas, por que además de que te puedes petatear, si la libras, te dan matarili en tu chamba, ya ni la joden”.
A sus pies, unos niños juegan con una tal Susana Distancia, pero él no cesa de ver el trompo bailar y lo único que piensa es: Qué coronavirus ni que nada, ¿por qué no puede haber una Taquería decente a unas cuadras a la redonda? Ya deja tú un Riberto o una versión gentrificadora de una franquicia del Venadito, pero algo que pudiera ostentar el título de *Taquería*. El hambre es canija, ni modo, tengo que chingarme estos tacos. Se los pasan y mientras mastica ruidosamente alza la mirada a la tele y lo siente de inmediato: un murciélago en el estómago. El rey de los murciélagos con su corona revoloteando en su interior. Un Batman chilango, cual payaso del Rodeo Santa Fe de Tlalnepantla montado sobre una cucaracha gigante.
Una gota de sudor cae de su frente. Atrás suyo, Pedro y Pablo hermanos, amigos y taqueros de oficio, platican:
Y: Puta madre, me siento de la rechingada mano…
J: Deja de quejarte pinche joto y dale.
Y: Es que no te mames cabrón, con este ya van 14 en la semana. Ya estoy hasta la madre. La verdad es que ya no costea este pedo…
J: No digas mamadas. A ver, salte y quiero que te pongas a vender tacos… pedazo de pendejo. Orita no hay con qué cabrón. Al menos tenemos esto.
Y: Pues sí. Ni pedo, a chingarle. Nomás que si le voy a decir al patrón que me de chance. Me duele un perral la cabeza y ayer como que traía calentura.
J: Has de andar crudo, no te hagas pendejo…
Y: ¿Cuál puto crudo? si hace días que ni chance tenemos de echar la peda. Ya hasta dejé de cotorrear a la pinche Yessi y a su prima, porque estamos en esta madre todo el día. Ojalá que baje poquito la chamba, porque se me antoja de a madres una cervecita…
J: ¿Pos no que te sientes bien mal cabrón?, pinche lengua.¡ Órale, a chingarle, traite el tambo!.
Y: Te toca llenarlo a tí, no mames… cala de la chingada esa madre. Toda la semana pasada me tocó a mí. Ya habíamos quedado que una semana y una semana nos íbamos a rolar. La tasajeada me toca a mí esta semana, te toca a tí echarle al químico.
J: Hijo de la verga, pinche chillón. Te cala el ácido por lo pinche narizón que estás. Voy a empezarme a pedorrear para que te cargue la riata jajajajajaja.
Y: Chinga tu madre culero. Oye, por cierto, hablando de pinches jediondos… ¿te acuerdas la semana pasada?.
J: ¿Qué?
Y: Si wey, el pinche chino que levantamos la semana pasada, ¿no te acuerdas?
J: Ahijodesuputamadre sí, pinche vato marrano, olía de la chingada el culero. Olía como a meados de rata el cabrón. Perro ascazo cuando lo traíamos en la troca. Aparte ¿cómo que traía algo no?.
Y: Pos claro wey, venía zurrado de miedo, ya sabía que se lo iba a cargar la verga.
J: Aparte wey… digo que traía algo, porque cuando se estaba deshaciendo olía como bien raro, más culero que de costumbre…
Y: Sicierto. Si olía más ojete. Creo que desde ese día me quedó el pinche malestar. Puto chino.
Quién sabe qué chingaos traía encima ese pendejo… ya ves cómo son esos cabrones.
J: Dicen que les encanta comer perro.
Y: Y a tí te encanta comer pito!
Hubo taqueros mártires y taqueros heroicos. El taquero Tomás, famoso por los tacos de carnitas “El Venadito”, descubrió que la mezcla exacta de 5 gotas de limón y una cucharada de salsa de cacahuate (especialidad de la casa, sólo servida en domingo prepandemia) mata por completo al COVID-19. Y si dicha dosis se acompaña de un taco de chiquita se fortalece el sistema inmunológico a niveles wim wofianos.
Pero después del furor de Tomás, que es tan amado como impopular por los fieles del Venadito, se descubrió que la respuesta era aún más simple y vivió siempre arraigada en la costumbre mexicana de echarle limón a platillos y bebidas. La alta concentración de vitamina C actúa como catalizador en las defensas del cuerpo. Fue así que los extranjeros que criticaban la adicción mexicana a las micheladas se convirtieron en ciudadanos de segundo grado.
Aprovechando que se alcanzó a limonazos un 100% de inmunidad, el gobierno de la CDMX decide que para evitar que ingresen contagiados, se debe re-inundar el Valle de México cerrando así accesos y volviendo al uso de las chinampas como sistema económico. Fue el primer paso para el resurgimiento de la Gran Tenochtitlan en pleno Siglo XXI que escoge darle la espalda a la globalización, misma que generó el problema en un principio.
En el desierto entre Zacatecas y San Luis, a kilómetros de la capital y en temporada de mandarinas optaron por otro método: un viaje de peyote colectivo, cerdos, gatos y chivos incluidos, para que por pinche buena vez se entendiera la interconectividad del mundo natural. En las ciudades, los pajaritos tomaron el control, “nunca nadie pensó que esos seres diminutos fueran capaces de organizar una revolución a nivel mundial. Cuando se les presentó la oportunidad de reconquistar árboles y edificios semi-abandonados, no lo pensaron dos veces.”
En Veracruz las autoridades cuando se dieron cuenta de la magnitud del problema se fueron inmediatamente a hablar con el concilio de místicos de Catemaco. Ahí todavía tenían memoria histórica de cómo se habían tenido que pelear las batallas en previos Apocalipsis. Como cuando se aprendieron a ponerle el moho verde del queso a las heridas infectadas. Muchas veces hay soluciones a problemas que están tan a la vista que es difícil verlas; como que fumar y cáncer de pulmón van relacionados, o que hay muy buenos actores gordos, pero casi ningún actor viejo y gordo.
En este caso la solución llegó vía uno de los místicos de Catemaco que le gustaba la estadística. Desde épocas inmemoriales había habido un equilibrio en el universo manifestado en las luchas de máscara contra cabellera, pero en las últimas semanas la cantidad de cabelleras rapadas había superado significativamente al número de enmascarados derrotados. Se habló con la verdadera autoridad, la mamá del Chapo. Ella gestionó al gremio de fayukeros y rápidamente todos los niños de primaria y secundaria empezaron a ir a clases con máscaras de los superhéroes mexicanos. En varias secundarias y prepas aparecieron estudiantes muy fornidos con máscaras del Rayo de Jalisco, Dr. Wagner, Místico y otros; se cree que eran los originales que tal vez aprovecharon para darle una repasada a las materias que siempre les habían costado trabajo, o tal vez nomás fueron a madrearse unos bullys. Como sea, lograron controlar los contagios en su región.
Lo que sí es que la ausencia de luchadores en el resto del país y la cancelación de las luchas causó un gran desmadre. Las mascaras en el mercado de Tepito se vendían a precios disparados, pues miles se escondieron debajo de las mascaras para tomarse tragos junto con sus cuates no vistos desde hace meses. Pero lo realmente increíble fue que todos los asistentes al Vive Latino y a la Viga que llevaron sus máscaras no se contagiaron. A los pocos días publicaron un articulo revelando el misterio de dicha inmunidad. La proveniencia de las mascaras fue ligada a una pequeña casa de producción textil en el barrio Tepito. El taller llamado “Básicos” vivía en el pleno corazón del barrio mercantil, con el almacén pegadito a la capilla de San la Muerte. En los días previos a la celebración todos los talleres permanecieron cerrados, este fue el único que a pesar de la cuarentena se puso a producir las mascaras en los días de mayor demanda. La producción extendida a 24horas generó tantas mascaras que el almacén no aguantó y la propietaria decidió tumbar la pared y conectar la capilla de San la Muerte con su casa de producción escondiendo el producto muy cerca a la figura del Santo. Este hecho, junto con los rezos de los sastres creó las propiedades únicas del producto tepiteño. ¡Las mascaras fueron bendecidas por el mismísimo Santo! Esta leyenda contada por el taquero Díaz al diario AS fue confirmada por los científicos afincados en los laboratorios de UNAM.
Eventualmente, se decidió que los luchadores serían los nuevos líderes sociales. Se instituyó a Blue Demon como jefe de propietarios de las misceláneas, que dejó a la venta sin margen de ganancia los productos de primera necesidad, especialmente el papel higiénico. El Súper Muñeco, el portavoz de los agricultores aseguró las tortillas hechas a mano a todos los involucrados en el rescate. Y al empezar cada mañanera, el Mil Mascaras de los mezcaleros regalaba los tragos que servía su hijo Kemonito, el niño patrullero de la ciudad.
En el sur fue otra historia. Olvidado como siempre por el gobierno centralista, ahí el héroe fue Tonathiu Popoca viejo epidemiólogo retirado, descendiente directo del emperador Moctezuma y de la última verdadera familia real azteca.
Fue conducido al sótano del palacio en Tapachula, en lo que históricamente habían sido cuartos de interrogatorio de la vieja policía política. Sentados alrededor de la mesa había otro doctor o al menos eso parecía por la bata que portaba, una señora mayor que por su vestimenta pensó debía ser Mixteca y más allá, en medio de dos hombres comunes había otro hombre con un gran sombrero que reconoció Huichol. Fue informado el Doctor Popoca sobre el coronavirus “chino” del que sabía poco pero se sabía que era de origen animal. Al instante, el doctor lo entendió todo, lo que siempre había defendido era la razón por la que estaba allí, era su teoría de vida que nunca pudo desarrollar por miedo y porque había piezas que no encajaban hasta hoy. El doctor siempre había defendido la teoría sobre el efecto que habría tenido la medicina tradicional y como habría podido detener a la “cocoliztli” en el siglo XVI y como aquella pandemia arrasó con el pueblo del doctor.
La fiebre paratifoidea y la salmonella entérica habían acabado con sus súbditos, recordó las palabras del villano Juan de Torquemada- Desde en la mañana hasta el atardecer, los sacerdotes no hicieron otra cosa que cargar los cadáveres y arrojarlos a las fosas–. El doctor conocía la cura. La había recibido en un viaje de ayahuasca en los años sesentas cuando se dedicó a experimentar con alucinógenos y su relación con la salud física y mental. En su viaje un monje se acercaba a él y le susurraba al oído –La respuesta la tiene tata Cachora–.
Tata Cachora era un viejo militar que ya retirado se había convertido en chaman, el niño Popoca lo conoció cuando este cuidaba la puerta del Revolución en San Cristóbal. Tata le mostró como hacer un brebaje místico a base de Gordolobo, extracto de bergamota y un toque de chiltepín… “esto cura la pandemia hijo, el antídoto está en el veneno” solía repetir varias veces ebrio hasta perder el conocimiento. Fue así que las avenidas en todo el sureste se rebautizaron con “Doctor Popoca”.
Y no sólo se fue víctima del virus sino se uso con fines justicieros. Para Gilberto, pasante de ecología provinciano, el coronavirus era la tierra manteniéndose en equilibrio, y por lo tanto, no había por qué luchar contra él, sino todo lo contrario, la humanidad tenía el deber ético de ayudarlo para que cumpliera con su misión.
Gilberto buscaba cualquier oportunidad para contagiarse del famoso virus, cuando una mañana pasó frente a la exclusiva Panadería Francesa. Frente a la tienda había una Suburban con vidrios polarizados y dos guaruras observaban atentamente la calle. De pronto se abrió la puerta del local, y vio salir al panzón de Aparicio Cárdenas, el presidente municipal, con su pantaloncito blanco entallado y una playera de cuello sport verde pistache, cargando una bolsa de pan. A Gilberto le ardió el estómago, odiaba al corrupto político.
Cuando se dirigía de vuelta a la deportiva, Gilberto compró una botella de Tonayan y al despertar, se sentía como si lo hubiera atropellado un camión. Era de las peores resacas que recordaba y eso que no había tomado tanto, quizá la edad le empezaba a afectar. Al atardecer la jaqueca abrió paso a la fiebre y a intermitentes ataques de tos seca. Ya eran cerca de las 10:00 pm cuando entendió, al fin se sumaba a las filas de los infectados por la pandemia, y con algo de miedo se acomodó en su colchón dispuesto a esperar el veredicto de la naturaleza quien decidiría si era apto para sobrevivir.
Empapado en sudor, cerca de las 4:00am logró conciliar un sueño estable en el cual se le vino la gran idea: el gordo Aparicio debería pasar por la misma prueba que él, debía infectarse con el virus y probar si su obesa humanidad merecía sobrevivir.
Gilberto se despertó, se puso de pie y camino con decisión hacía la Panadería Francesa. Tal como lo había pensado, la suburban llegó puntual a las 8:30am. El cerdito no podía quedarse sin su dosis matutina de azúcar.
El suceso llenó de emoción a Gilberto, quien se acomodó el cubrebocas. Para pasar desapercibido se apresuró a tomar una charola. De pronto un ruido violento hizo saltar a Gilberto, una enorme rama se había desprendido de un árbol frente al local y había caído sobre uno de los coches estacionados. Todos miraban hacia el exterior del local y el gordo Aparicio había dejado desatendida su charola sobre el mostrador. ¡Era su oportunidad! Gilberto, dejo su charola, escupió sobre su mano y sin pensarlo la sacudió sobre el pan de su víctima.
Dos días después del incidente Gilberto se había recuperado casi por completo. Fue así como se enteró que, a la siguiente mañana, el gordo Aparicio daría un mensaje en vivo a la ciudad sobre algunos cambios en las medidas a adoptar durante la cuarentena.
En el minuto 20, el gordo de plano se quedó callado, su mirada buscaba detrás de cámaras pidiendo ayuda, y de pronto dio un repentino salto, como si se quisiera parar de su silla, mientras se oía el inconfundible sonido de una flatulencia. Durante algunos segundos, el gordo se quedó congelado a medio camino entre sentarse y pararse. Tenía los ojos bien abiertos en una expresión de angustia, se veía pálido. En un impulso repentino se levantó de su silla y girando torpemente mostró ante la cámara una mancha café que oscurecía la parte de atrás de su pantalón. La transmisión se cortó en ese momento.
Esa noche, sentado en las gradas, Gilberto se tomaba una caguama, cuando don Juan se acercó hacia el con una enorme sonrisa. – ¿Viste que el marranito de Aparicio se cago en vivo y a todo color? – No manche don Juan, ¿cómo está eso? –. Respondió haciéndose el sorprendido. Ambos se partieron de la risa, después don Juan abrió su Facebook y le mostró un montón de memes y videos editados del suceso, más de 200,000 reproducciones. Gilberto no cabía de la felicidad, ambos continuaron buscando memes por horas mientras se carcajeaban a pierna suelta.
Sin embargo las soluciones a nivel local, así como la incontrolada confusión entre cuál es el limón y cuál la lima -jamás resuelta por la pinchi RAE-, dejaron infinidad de áreas vulnerables. Se hizo todo un mercado de herramientas loquísimas para salir a la calle sin tener que tocar nada. Y no sólo los diseñadores ayudaban, unos cuantos gobiernos y empresas de biotecnología lo sabían. Manipularon la información para hacer creer a la gente que la vacuna era lejana. Si tan sólo hubieran tenido la decencia de informar que otro método de cura a esta pandemia se encontraba en la sangre de Charlton Heston. Infames.
Más indignante aún resulta la confirmación de que la vacuna más efectiva para no enfermarse es tan digital como la red por la que se propagó el virus, la temida 5G. El gran dilema es que esta aplicación de celular, sólo funciona en Android. Y en ese sentido, el COVID al menos es una opción a echarse un volado con la muerte sin comprometer la dignidad.
Por ello, la mejor estrategia es apelar al perdón y misericordia del reino animal. Así que, es indispensable liberarlos y hacer todo lo que esté en nuestras manos para elevarles el estilo de vida hasta su completa satisfacción y así mantenerlo de ahora en adelante. Es pertinente no verlos directamente a lo ojos ni mostrarles los dientes, rogar por su perdón y esperar que nos se sumen al movimiento.
Cabe destacar que la creencia de que los autores intelectuales son delfines, pulpos, elefantes y/o otros animales que popularmente se consideran inteligentes no tiene fundamentos reales y propaga ideas que ponen en riesgo los esfuerzos de conciliación. Por otro lado, las características de contagio del virus sugieren que sus desarrolladores tuvieron acceso directo a información detallada sobre el comportamiento humano, probablemente proporcionada por las mascotas.
Así se ve en una docena de pantallas puestas en la entrada de un Elektra. Un señor se rasca el coco queriendo que sea mentira, pero él sabe que si sale en la tele es por algo. Un niño persigue un balón hasta estrellarse en los pies del sujeto. Le explica: “Y así fue como se enfermaron todos los que no se cuidaron. Y los adultos corrieron al súper, y se acabaron el papel de baño y las tortillinas Tía Rosa. Y nosotros dejamos de ir a la escuela y pudimos jugar todo el día y ver la tele más que nunca. Además, yo creo que Messi va a ayudar cuando todo esto se acabe. Ya sabes, va a jugar muchos partidos y todo el dinero que va a tener se lo va a dar a los doctores para que acaben con esto. ¡Ah, y Pablo Barrera! Ya sabes, el 8 de los Pumas. Es que el 8 es mi número favorito. Además, mi papá vive en la estrella 8. Es el número de la buena suerte.” El niño se marcha pateando el balón con destreza mientras que el hombre no sabe si guardar las manos en el pantalón o caminar con ellas de fuera, así como le hacía antes.